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¿Permitirías que te identificaran con cámaras inteligentes por andar más seguro por las calles?

Los nuevos sistemas de vigilancia provocan serios problemas éticos y de respeto de los derechos humanos más fundamentales.

Photo by Matthew Henry on Unsplash Reconocimiento facial por la calle.

Son muchas las películas de ciencia ficción que tratan estos temas imaginando que la Humanidad va camino de su destrucción, al menos moral, cuando cualquier individuo no es libre para moverse con total libertad dónde y cuándo quiera sin que ese Gran Hermano de la tecnología le vigile. De facto, eso ya está ocurriendo porque el móvil o el tablet no deja de tirar al suelo miguitas de pan donde Google (y otras muchas empresas) puede conocer de dónde venimos, dónde estamos, qué hacemos y a dónde nos dirigimos.

Hace algunos años, además, se suscitó un enconado debate sobre la instalación de sistemas cerrados de vigilancia con cámaras en plena calle, con el objetivo de tener un recurso al que acudir en caso de que se produjeran delitos. Ahora, el temor de muchos ciudadanos es que al convertir esos CCTV en sistemas de reconocimiento facial inteligente, tengamos que conformarnos con aparecer, aunque no queramos, en bases de datos de la policía simplemente por pasar por allí.

Europa, por ejemplo, ya ha garantizado que va a prohibir el reconocimiento facial en espacios públicos, pero países como Reino Unido, que abandonará la Unión Europea el próximo 31 de enero, ya está viviendo su particular debate sobre el peaje que deben pagar los ciudadanos anónimos cuando la policía recaba información sin que haya una legislación que lo controle y les proteja.

De momento, solo para buscar “criminales peligrosos”

El problema de todos estos planes que las autoridades británicas van a empezar a poner en marcha radica en que a partir del momento de su instalación, esas cámaras serán capaces de identificar a todas las personas que transiten por delante de ellas. La policía habla de que su uso se limitará a buscar "delincuentes o criminales peligrosos", pero no podemos dejar de pensar que alguien (“¿quién vigila al vigilante?”) podría dar un uso no adecuado a estas tecnologías.

Andando por el metro. | Photo by Alexandre Debiève on Unsplash

¿Estamos a gusto sabiendo que los que vigilan conocen a dónde vamos? ¿Podrían etiquetarnos como ciudadanos conflictivos porque, pacíficamente, nos han identificado apoyando a una causa política tras identificarnos yendo a alguna manifestación de protesta? A partir de que esos sistemas proliferen, las calles ya no serán un lugar donde ocultarnos y pasar desapercibidos sino que se transformarán en una enorme rueda de reconocimiento.

Eso sí, las autoridades de la policía metropolitana de Londres hablan de que esa identificación será “considerada y transparente”, que esas cámaras estarán claramente señalizadas, que harán su labor durante un espacio limitado de horas y que incluso habrá agentes repartiendo folletos explicando qué es lo que hacen allí.

La pregunta es evidente: ¿estamos dispuestos a sacrificar nuestra privacidad, esa libertad para movernos sin que a nadie le importe a dónde vamos, por abrazar la creencia de que así vivimos más tranquilos? En algún momento tendremos que pronunciarnos recordando que tras esa promesa, muchas veces, no existe más que la justificación para dar permiso implícito a un recorte de nuestros derechos y libertades.

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