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UN EXPERIMENTO EN LONDRÉS LO DEMUESTRA

Somos capaces de vender a nuestro hijo por no leer lo que firmamos (literalmente)

Cuando te registras en una red social, o cualquier otro servicio de internet, aceptas una serie de términos y condiciones que regirán tu relación con la empresa que lo ofrece (supuestamente gratis, pero ya sabes que luego pagas con tus datos). Es un contrato en toda regla, con sus cláusulas y su letra pequeña, vinculante, que a menudo firmamos sin leer por pura pereza. Las consecuencias, como demuestra este experimento realizado con wifis públicas, podrían ser dramáticas.

¡Cuidado! El Tío Sam podría estar escuchando jeffschuler en Flickr

Estamos en el distrito financiero de Londres. Vamos con el portátil a cuestas, sin batería en el móvil, y decidimos engancharnos a un punto de acceso gratuito a internet (un 'hotspot' wifi) para consultar el correo. Solo será un momento... Conectamos y nos manda a una web con el típico mensaje que nos pregunta si hemos leído los Términos y Condiciones ¡Qué plomo! Marcamos la casilla y pulsamos el botón de “Aceptar”. No hay tiempo que perder.

Ya estamos navegando despreocupadamente ¿Qué podría pasar? A lo mejor estamos algo intranquilos porque nos han dicho que las redes públicas son inseguras o que algún maleante con dotes de 'hacker' podría estar interceptando nuestros mensajes. Pero es muy probable que jamás nos hayamos parado a pensar en otro peligro que acecha tras ese inocente clic en “Aceptar”.

Sucede siempre que firmamos sin leer el contrato vinculante que son los Términos y Condiciones de un servicio, una web o una aplicación. Podríamos estar suscribiendo cualquier cosa y pagar las consecuencias más adelante. Es cierto que, ante un juez, las cláusulas más extravagantes podrían resultar abusivas, pero de tapadillo, conscientes de que no vamos a prestar atención, podrían colarnos auténticas barrabasadas. Así lo ha demostrado un experimento del Instituto de Investigación en Ciberseguridad del Reino Unido, en colaboración con Europol, realizado por la firma de seguridad informática F-Secure.

Básicamente, los investigadores instalaron un 'hotspot' gratuito en el distrito financiero de Londres y deslizaron en los documentos legales una sorpresa desagradable. Bautizada como la 'cláusula Herodes', una de las disposiciones de los términos que los usuarios debían aceptar para conectarse estipulaba que “el beneficiario está de acuerdo en cedernos a su hijo primogénito eternamente”. Firmaron seis personas.

No fueron más porque la red resultaba un poco sospechosa, al no estar relacionada con institución o establecimiento alguno (una cafetería, una estación de autobuses, una biblioteca...) De hecho, el sistema empleado por los investigadores era de lo más rudimentario: un dispositivo fabricado por menos de 150 euros a partir de una placa Raspberry Pi, una batería y un módulo de wifi. Todo unido con gomas elásticas.

Evidentemente, los responsables de F-Secure no van a reclamar lo que parece ser suyo –los hijos-  entre otras cosas porque intercambiar servicios por personas no tiene cobertura legal alguna. Sin embargo, el experimento ha servido para poner de manifiesto la importancia de esas parrafadas infumables escritas en 'legales' que solemos ignorar cuando nos damos de alta en una web o utilizamos una wifi pública.

Nosotros en TecnoXplora también hemos tratado de poner nuestro granito de arena simplificando los documentos legales de las redes sociales y servicios de mensajería más populares. La idea es que no tengas que leer un mamotreto incomprensible. Te resumimos, con ayuda del jurista TIC Jorge Morell, lo que firmas (y no lees) al registrarte en WhatsApp, Facebook, Google, Twitter, LinkedIn o Instagram.

¡Cuidado! No firmes sin leer... como mínimo, nuestros artículos.

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