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PANTALLA COMPLETA Y CARGA INALÁMBRICA
La última keynote de Apple ha cumplido todas las expectativas... literalmente. Una vez más, una de las compañías más innovadoras del sector más innovador se ha ceñido al guión establecido por filtraciones y rumores, lanzando una gama de productos cuyos detalles llevan semanas pululando por la Red. Poca sorpresa en el 'qué', pero eso no quiere decir que ese mismo 'qué' no merezca aplauso.
Porque, la verdad sea dicha, a Apple se le exige desde hace años una revolución anual... y evidentemente casi nunca la cumple. Con excepciones contadas, sus presentaciones han ido suponiendo pequeñas o grandes modificaciones sobre modelos de éxito anteriores. En el caso de este año hay que elogiarle que eso no haya sido así: el iPhone X, que así se llama el nuevo tope de gama, supone el mayor rediseño de la compañía hasta la fecha.
Los motivos son dos, fundamentalmente: el primero que renueva su panel frontal eliminando el botón 'home', y por tanto el uso de la huella dactilar como medida de seguridad. Ahora -éste sería el segundo factor- la seguridad depende de FaceID, la apuesta de los de la manzana mordida por el reconocimiento facial. Según sus palabras, es rápido, funciona incluso sin luz, no funciona con suplantaciones ni fotografías, y se adapta a los cambios de tu cara, desde maquillaje a complementos. Lo que cabía esperar, vaya.
El iPhone X supone un salto adelante tanto en diseño como en uso, con mejoras interesantes en la cámara, los sensores y el uso de la realidad aumentada como herramienta de ocio e información. Implica, además, la evolución de la idea de tecnología inalámbrica de Apple -que el aparato en sí no sea perceptible para que la experiencia sea natural- con la incorporación de la carga inalámbrica al pack: ya que no puedes solucionar el mayor problema actual de la industria móvil -las baterías-, al menos abre la puerta a la carga ubicua.
A decir verdad, nada de todo lo anterior es absolutamente revolucionario, salvo el reconocimiento facial si demuestra ser funcional. Sin embargo Apple lleva tiempo caracterizándose no por comandar revoluciones, sino por asentar el campo: lo que otros intentan hacer, ellos lo mejoran. La estabilidad, la fiabilidad y la fluidez siguen siendo sus enseñas... además de su diseño.
Y, claro, su visión comercial. La 'nueva' carga inalámbrica abre la puerta a la aparición de Air Power, un dock de carga inalámbrico que funciona con sus últimos dispositivos -los iPhone de nueva generación, los Apple Watch y los Air Pods-. No dan puntada sin hilo.
Por lo demás, han lanzado también el iPhone 8 y su hermano mayor iPhone 8 Plus, que pasarán seguramente sin pena ni gloria por las tiendas: son la renovación del iPhone 7, pero con un número más -algo hasta ahora reservado a terminales auténticamente innovadores-. Junto a ellos y el Air Power, la tercera generación de Apple Watch, con novedades interesantes -como la incorporación de una SIM electrónica que permite mantener conversaciones sin necesidad directa de teléfono- y un Apple TV que ya soporta streaming en 4K.
El evento ha terminado igual que ha empezado: recordando a Steve Jobs y refiriéndose a la gran obra faraónica que empezó y no pudo ver terminar, el Apple Park que se ha inaugurado aprovechando este acto público. Todo muy emotivo, muy cuidado y muy funcional. Hasta hubo 'one more thing' sobre el escenario en un guiño a los diez años de historia del terminal que revolucionó el mercado de la telefonía.
El iPhone X probablemente no lo haga, pero abandera nuevas posibilidades tecnológicas para el mercado. La cuestión es si la propuesta vale de verdad 999 dólares de inicio (desde 1.159 euros, según Apple España). Para saberlo habrá que esperar a que se abra el periodo de reservas del terminal -el próximo 27 de octubre- y llegue finalmente al mercado -el 3 de noviembre-.