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PEQUEÑOS… ¿PERO MATONES?
Dos dispositivos de menos de 4 pulgadas nos invitan a reflexionar sobre el tamaño de los ‘smartphones’. El Kyocera KY-O1L y la nueva Palm, de la mítica empresa que popularizó las PDA, apuestan por minimizar el tamaño en tiempos de los móviles de 5 o 6 pulgadas.
Son muchos los que han llorado la desaparición del iPhone SE, que con sus cuatro pulgadas de pantalla se había convertido en baluarte último de los ‘smartphones’ verdaderamente de bolsillo. Apple, como el resto de gigantes del sector, apuesta en exclusiva por dispositivos mucho más grandes, de unas 5 o 6 pulgadas, cuyas medidas, salvo grosor y peso, podrían recordar a las de viejos ‘ladrillos’ que protagonizaron los orígenes de la telefonía móvil.
Si casi todos los fabrican, es evidente que la mayoría de usuarios demanda un móvil grande, a ser posible, a juzgar por la tendencia, con la máxima pantalla y el mínimo de bordes. Sin embargo, cada vez se escuchan con más fuerza las voces que hablan de racionalizar el uso de ‘apps’, de la necesidad de desconectar o de recuperar la privacidad perdida. De hecho, tanto Android como iOS se han puesto las pilas y han incluido funcionalidades para controlar el tiempo que pasamos pegados a la pantalla del ‘smartphone’.
Así, con gente que quiere terminales más pequeños, aunque no sean legión, y con un llamamiento cada vez más extendido a prescindir de parte de lo que nos hace engancharnos a un dispositivo móvil, parece que empieza a no sonar descabellado el asumir una cierta involución: retroceder parte del camino hacia unos móviles más pequeños y menos inteligentes, con todo lo necesario para cubrir las necesidades comunicativas del usuario medio (llamadas, mensajes, WhatsApp y redes sociales) pero sin florituras.
Es la senda hacia el pasado que ha emprendido una marca que, precisamente, tuvo su apogeo cuando la telefonía móvil daba sus primeros pasos. ¿Te acuerdas de Palm? Famosa por sus PDA, cayó en el olvido cuando el gigante HP la devoró, lanzó un par de móviles y tabletas con más pena que gloria y decidió aparcarla. A comienzos del 2015 fue rescatada por la firma china TCL, la misma que después compraría Blackberry, pero tampoco se ha sabido gran cosa de sus planes hasta ahora. Palm está de vuelta y no viene con otra imitación del iPhone o los Android más populares.
Su nuevo dispositivo, que también se llama Palm, a secas, es un teléfono de tamaño similar al de una tarjeta de crédito. Pantalla de 3,3 pulgadas, 96,6 cm. de alto y 50,6 cm. de ancho, así que cabe perfectamente en la palma de la mano. Sus especificaciones no son gran cosa, de gama media-baja, pero a priori más que suficientes para el uso cotidiano de la mayoría: procesador Snapdragon 435 SoC, 3 GB de RAM, 32 GB de almacenamiento, cámara trasera de 12 MP y frontal de 8 MP. Se puede instalar cualquier ‘app’ presente en Google Play, pues funciona con una versión modificada de Android 8.1 Oreo.
A pesar del tamaño, el manejo no supone un problema. Su interfaz, sobre todo el lanzador de aplicaciones, recuerda a la de un Apple Watch, idónea para un dispositivo tan pequeño. Si arrastras desde la parte inferior de la pantalla hacia arriba, se despliega un cuadro en el que puedes dibujar la primera letra de una ‘app’ con el dedo para que se abra. Además, con doble pulsación sobre el botón lateral se activa Google Assistant, que nos permitirá recurrir a la voz en caso de que algún gesto se nos haga complicado por las reducidas dimensiones de la pantalla.
Para los que busquen un móvil sencillo y muy portátil, hasta aquí no luce nada mal. El gran problema del Palm es que la apuesta ha sido muy descafeinada, tanto que ni siquiera le han dado la entidad de un teléfono independiente. El nuevo Palm es algo así como un accesorio para el ‘smartphone’ principal; tiene su propia SIM pero funciona compartiendo la tarifa de su hermano mayor. Lo que parecen pretender TCL y la operadora estadounidense Verizon, que lo distribuirá en exclusiva, es que se use de forma parecida a lo que ya hace mucha gente con sus móviles viejos: un sustituto para llevar en el bolsillo cuando van a hacer deporte o salen de fiesta y no quieren poner en peligro su flamante terminal de más de 5 pulgadas.
Es una lástima e incluso una contradicción, porque uno de los principales reclamos de este Palm es una funcionalidad que apela directamente a los que ya están hartos de una vida hiperconectada. Si activa el “Modo vida”, el usuario no recibirá notificaciones, llamadas, mensajes ni cualquier otro estímulo proveniente del mundo digital que pueda distraerlo del físico. Salvo lo que haya querido marcar como prioritario o urgente, todo le llegará cuando encienda la pantalla. No es algo nuevo ni que no pudiera hacerse en cualquier otro teléfono, pero tenía pinta de declaración de intenciones. Y se ha quedado en el camino por la decisión de hacer que el Palm deba asociarse a otro ‘smartphone’ principal.
No es el único terminal recientemente anunciado que apuesta por la contención en tamaño. De hecho, si hay un nuevo móvil que realmente se parece a una tarjeta de crédito es el KY-O1L, el último invento del fabricante japonés Kyocera y la operadora NTT Docomo.
El KY-O1L es incluso más pequeño que el Palm (91 mm. de alto por 55 mm. de ancho), y sobre todo bastante más delgado, tanto que podría caber en la ranura destinada a las tarjetas de cualquier cartera corriente. Pesa solo 47 gramos y tiene un grosor de 5,3 mm. Su pantalla de 2,8 pulgadas se ha fabricado con tecnología ePaper, la misma que utilizan muchos lectores de libros electrónicos, lo que entraña un ahorro energético considerable que permite compensar su batería de solo 380 mAh.
El problema de este móvil, de nuevo, es que dejará a medias a los que vayan buscando un ‘smartphone’ barato y cumplidor que quepa en cualquier parte. ¿Y por qué? Pues porque ni siquiera es un ‘smartphone’ al uso. No tiene Android (ni iOS, claro) como sistema operativo, no tiene tienda de ‘apps’, no tiene cámara… Tan solo un puñado de aplicaciones preinstaladas como un navegador de internet, una calculadora y un calendario. Seguramente demasiado pobre incluso para los que quieren desconectar y reclaman un retorno al pasado.
Con el iPhone SE fuera de juego, los móviles de pocas pulgadas necesitan un nuevo buque insignia. Estos tímidos intentos no serán suficientes, pero quizá más compañías se animen a desarrollar teléfonos más pequeños y menos inteligentes que permitan cubrir de sobra las necesidades básicas del usuario medio con un coste reducido, un peso nimio y un potencial adictivo menor que el de los típicos ‘ladrillos’ de última generación.