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LA RED SOCIAL SE BURLABA (Y CON RAZÓN)
En enero de 2014, un pulso entre la Universidad de Princeton, una de las más prestigiosas del mundo (está entre las ocho de la 'Ivy League' y allí enseñó el mismísimo Albert Einstein), y la red social por excelencia nos mantuvo en vilo durante semanas.
Todo comenzó con la publicación de un estudio, firmado por los investigadores John Cannarella y Joshua A. Spechler, que comparaba el auge y caída de plataformas como Facebook o la más antigua MySpace con la propagación de una enfermedad infecciosa. Defendían que los usuarios, como los pacientes, nos vamos progresivamente inmunizando.
Partiendo de esta tesis, los autores proponían un modelo epidemiológico para predecir el punto en que una red social estaba abocada a desaparecer por simple abandono. Basándose en la cantidad de búsquedas que los internautas realizaban en Google, y que podían conocer a través de la herramienta Trends, llegaron a la conclusión de que Facebook ya andaba cuesta abajo (había alcanzado su pico en diciembre de 2012 y desde entonces no hacía otra cosa que caer) y se atrevieron a pronosticar que seguiría descendiendo hasta la práctica extinción.
Habían probado su modelo con MySpace y vieron que encajaba. La vieja y querida plataforma, que fue fundada en 2003, llegó a su punto álgido en 2007, con 300 millones de usuarios registrados. Su valoración alcanzó entonces los 12.000 millones de dólares. A partir de ahí, la debacle: su popularidad fue descendiendo hasta caer en desuso en 2011. Terminó vendida por apenas 35 millones, una auténtica miseria al lado de los 580 que el grupo del magnate Rupert Murdoch había pagado por ella en 2005.
A Facebook, que ya había sobrepasado los 1.200 millones de usuarios cuando Princeton publicó el estudio, le iba a suceder lo mismo. Según Cannarella y Spechler, el abandono masivo de la red social se produciría en un plazo de tres años. Ya han transcurrido, y no: enero de 2017 toca a su fin y la obra de Mark Zuckerberg está más viva que nunca.
¿Qué ha pasado, Princeton?
A la premonición le fallaba exactamente lo que los expertos de Facebook ya apuntaron cuando tuvieron que salir al paso de los titulares en 2014. Lejos de tomarse en serio las apocalípticas noticias que se estaban publicando al hilo de la investigación, decidieron dar la vuelta a la tortilla y recetarle a Princeton su propia medicina.
En un artículo con mucha sorna, la red social aplicó la misma lógica de Cannarella y Spechler para predecir la extinción de la universidad: “Siguiendo el principio científico 'correlación implica causalidad', nuestra investigación demuestra de manera inequívoca que Princeton podría estar en riesgo de desaparecer por completo”. Criticaban de ese modo el tipo de falacia (demasiado común, por otra parte) en el que, a su juicio, caía el estudio.
La captura de pantalla de Trends que Facebook utilizó para pronosticar la desaparición de Princeton
Ahora que la fecha ha pasado y ya sabemos que la red social sigue vivita y coleando, resulta relativamente fácil echar la vista atrás y hacer balance de las buenas decisiones que han hecho de Facebook el imperio de internet que conocemos. En primer lugar, han tirado de chequera con mucho acierto: todas las compras importantes (Instagram, WhatsApp, Oculus) parecen haber salido bien. Bajo el ala de Zuckerberg y compañía, las plataformas no paran de crecer y empiezan, como la de fotos, a tener ingresos.
La red social y sus aplicaciones hermanas también han sabido renovarse, incluso a costa de plagiar con más o menos descaro las funciones con más tirón de sus competidores. Han copiado a Twitter (los ‘hashtags’ de Facebook, sin ir más lejos), a Periscope (los Live), a Snapchat (la cámara de Messenger, Instagram Stories...) y a cualquiera que se haya puesto en su camino, y sin reparos. Y lo más importante: sus versiones a menudo son un éxito a la altura, al menos en cuanto a popularidad, de los originales.
Estas y otras claves explican que la red social camine ya hacia los 2.000 millones de usuarios activos mensuales (ya eran casi 1.800 en septiembre de 2016) y que, a la espera de conocer los resultados del último trimestre y del conjunto de 2016 (que se harán públicos el 1 de febrero), los analistas la sigan considerando una de las mejores empresas en las que invertir en 2017. Sí, ese año en el que estaba llamada a desaparecer...