Astronomía, divulgación, descubrimientos, ecología, innovación...
DEMASIADA CUENTA FALSA
Se ha vuelto popular de la noche a la mañana con las consecuencias que eso puede conllevar. La nueva red social del fundador de Vine parece incapaz de contener a los suplantadores, al menos de momento, a pesar de que sus términos y condiciones condenan esta práctica
Una nueva red social –la enésima– está dando que hablar en estos días. Su nombre es Peach y sus credenciales provienen de su fundador: Dom Hoffman, el hombre que fundó Vine, la app de vídeos que compró Twitter para convertirnos en obsesos de los clips de seis segundos.
Ha sido descrita como una mezcla de lo mejor de Twitter (o Facebook) y Slack, la herramienta de comunicación para equipos que ha conquistado el mundo de las startups. Su principal factor diferencial, y quizá la base de su atractivo, son las 'magic words' (palabras mágicas), que funcionan de un modo similar a la vieja línea de comandos de los sistemas operativos.
Para realizar acciones más allá de publicar un mensaje, los usuarios deben escribir alguno de estos términos con poderes especiales: “gif” para buscar una imagen animada y compartirla, “draw” para poner a prueba tus habilidades como artista, “song” para activar una especie de Shazam que reconoce la canción que está sonado en tu entorno, “dice” para lanzar un dado o “book”, por ejemplo, para hacer referencia a un libro.
Hay un buen puñado de palabras y lo más probable es que sus creadores piensen ampliar la lista a medida que el servicio evolucione.
El recorrido de Peach aún es corto y podría quedarse en flor de un día a juzgar por la suerte que corrieron otros éxitos repentinos como Ello, el oasis de privacidad que tuvo su momento de gloria cuando Facebook obligó a los usuarios transexuales a mostrar su nombre real. De hecho, Peach ya nace acompañada de una polémica que nos recuerda a aquel episodio.
Tal y como han confirmado varios medios estadounidenses, la nueva red social, de momento solo disponible para iOS, controla poco o nada el nombre de usuario que eliges al crear tu cuenta. La credibilidad de los perfiles, por lo tanto, es más bien discutible. Por los pagos de Peach los suplantadores de famosos campan a sus anchas (al menos de momento).
Como es lógico, los términos y condiciones del servicio no amparan esta práctica. De hecho, se pronuncian en su contra de forma similar a lo que viene siendo habitual en otras redes sociales. “Es importante que nos proporciones información correcta, completa y actualizada y que te comprometas a actualizar dicha información, cuando sea necesario, para mantenerla correcta, completa y actualizada”, puede leerse en inglés en la documentación legal de Peach.
“Si no lo haces, podremos suspender o eliminar tu cuenta”, advierten, aunque de momento no parece que lo estén haciendo. En términos aún más concretos se pronuncian en sus directrices de la comunidad, que prohíben “suplantar o tergiversar tu afiliación con cualquier persona o entidad”, cosa que están haciendo impunemente los perfiles falsos de Tim Cook, Taylor Swift o Kim Jong Un que ya pululan por la red social.
Todas las plataformas consolidadas persiguen de oficio y sin titubeos la suplantación en sus perfiles. Twitter y Facebook, sin ir más lejos, verifican los perfiles de personas famosas o influyentes para asegurar que el propietario real está detrás de ellos. Por su parte, Instagram protagonizó una polémica recientemente al clausurar sin previo aviso la cuenta de un usuario llamado Andrés Iniesta, confundiéndole con un usurpador del futbolista albaceteño. Tras comprobar que se trataba de un error restableció su cuenta y le pidió disculpas.
El melocotón (el nombre de esta fruta en inglés es 'peach') todavía está muy verde. La viralidad ha llegado demasiado pronto a los dominios de esta app y habrá cogido con el pie cambiado a sus creadores, incapaces de frenar la ola de suplantación.
Si sobrevive tras el 'boom' de los primeros días, la popularidad será insuficiente para colocarla entre las grandes del sector. Va a hacer falta mano dura con los usurpadores. De lo contrario, saber si estás siguiendo a un imitador será misión imposible, y eso puede resultar frustrante.