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ENFERMEDAD RARA
Investigadores españoles han dado el primer paso para salvar la función cardíaca en pacientes con esta rara pero letal enfermedad para la que no hay cura. Se trata de un tipo de presión arterial alta que afecta a los pulmones y al lado derecho del corazón.
Una diana terapéutica es una sustancia localizada en cualquier parte de una célula capaz de reconocer un fármaco y producir una respuesta celular. Un grupo del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) ha liderado el descubrimiento de la primera que protege el corazón en pacientes con hipertensión pulmonar.
El trabajo, publicado hoy en la revista Science Advances, supone un paso más en la lucha contra esta rara pero letal enfermedad para la que no existe cura. Se caracteriza por elevada presión en las arterias que van a los pulmones, lo que provoca que el corazón esté continuamente haciendo un sobreesfuerzo.
Hasta el momento, las terapias existentes se dirigen al pulmón para disminuir así la presión arterial. Sin embargo, estas técnicas siguen sin mejorar la función cardiaca, con lo que el fallo del corazón resulta la principal causa de mortalidad.
El equipo, liderado por Guadalupe Sabio (actualmente en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, CNIO), descubrió en modelos animales, empleando ratones y cerdos, que los pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica o EPOC tenían mayores niveles de la proteína mitocondrial denominada MCJ.
"La EPOC es una enfermedad que produce fibrosis en el pulmón. A pesar de ello, el paciente no muere de un problema pulmonar sino de un fallo cardiaco determinado, porque el corazón no se adapta bien a esa falta de oxígeno", indica a SINC Sabio. "Y si somos capaces de que el órgano se acomode bien a la hipoxia, sería posible protegerlo".
Tras confirmar lo que ocurre en los humanos en el corazón de cerdos, la investigadora explica cómo los ratones en los que eliminaron la proteína MCJ estaban completamente protegidos de esa carencia de oxígeno y no desarrollaban fallo cardiaco en el ventrículo derecho.
"Si se la quitabas en todos los órganos ni siquiera desarrollaban daño pulmonar, pero si se la quitabas solo en el corazón éramos capaces de protegerlo de la hipoxia –puntualiza–. En resumen, simplemente con un cambio metabólico en el corazón somos capaces de proteger frente a una enfermedad".
Ayelén M. Santamans y Guadalupe Sabio, primera autora e investigadora principal del estudio. / CNIC
El nuevo trabajo demuestra cómo, al modular los niveles de la proteína mitocondrial MCJ en el corazón, se puede preservar la función cardíaca a pesar del daño pulmonar. “Dicha protección está causada por la activación de una vía de señalización esencial para la adaptación a bajos niveles de oxígeno, que prepara al corazón para que pueda funcionar correctamente frente a la falta de este”, apunta Ayelén M. Santamans, primera autora del artículo.
Los autores concluyen que estos hallazgos podrían abrir nuevas puertas para posibles intervenciones terapéuticas contra la hipertensión pulmonar. "Los resultados sugerían que la proteína MCJ podría estar involucrada en la enfermedad, y la falta de terapias específicas nos motivó a seguir adelante en esa dirección", asegura.
Esta enfermedad afecta a entre 15 y 50 personas por millón de habitantes. En España se calcula una prevalencia de 1,6 casos y una incidencia (casos nuevos diagnosticados por año) de 0,3 por cada 100.000 habitantes.
A pesar de ser una patología poco frecuente, las personas que la padecen suelen enfrentarse a síntomas que afectan significativamente su calidad de vida: dificultad respiratoria, mareos y desmayos. En los casos más graves, incluso es necesario un trasplante.
Existen varios factores de riesgo que contribuyen a su desarrollo como tabaquismo, sobrepeso, existencia de enfermedades previas, predisposición genética o estar expuestos a bajos niveles de oxígeno en zonas de gran altitud.
Referencia:
Ayelén M. Santamans et al.: "MCJ: A mitochondrial target for cardiac intervention in pulmonary hypertension". Science Advances 2024.
Este estudio fue financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, el proyecto IMPACT-2021, la Fundación Jesús Serra, EFSD/Lilly European Diabetes Research Programme, la Fundación BBVA, la Comunidad de Madrid y la AECC.