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Pau Olmo es un joven artista valenciano que se dedica a plasmar en su cuaderno las ciudades que visita. Bien podría disparar unas cuantas fotos y conseguir un recuerdo más realista, pero no más real.

El pasado mes de octubre expuso su trabajo en La Fábrica de Hielo, Valencia. Una serie de 30 dibujos de cuatro ciudades diferentes. Su punto de partida fue Nueva York, y el punto final por este viaje de celulosa termina en Copenhague. Este proyecto comenzó como una forma de documentar sus viajes y plasmar las ciudades que visitaba y disfrutaba en su libreta. Poco a poco va retratando más calles, plazas y lugares emblemáticos de Roma o Nueva York. No obstante, no olvida su ciudad natal y pone mucho cariño en los trazos de series de ilustraciones del famoso y céntrico barrio del Carmen, el Cabanyal o Benimaclet.

Dibujos sencillos, hechos a base de rotrings calibrados y un rotulador promarker de color negro, que permiten a quien los admire pasear con su mirada por las avenidas en el papel, mirar a través de la cúpula abierta del Panteón en Roma, disfrutar de un día de playa en Menorca, e incluso sumergirse en la ajetreada vida neoyorkina. El halo de nostalgia y recuerdo no se despega de estos fieles y personales retratos urbanos. El propio artista habla de “La ciudad difusa, donde todo se pierde, donde todo se olvida, donde miras y no observas”. Las ciudades son selvas de ladrillo y hormigón donde rugen las sirenas y aúllan las bocinas de los coches. Son lugares que a veces se presentan oscuros y agotadores, y otras veces claros y acogedores. Pau Olmo tiene la habilidad de mostrar esta segunda cara de las metrópolis que ha plasmado con tinta en hojas de papel.

Las líneas que describen las urbes, no solo calcan edificios, fuentes y monumentos, sino también los transeúntes que en ese momento están ahí delante, entre el cuaderno y el paisaje. Los retrata sin rostro, pues no importa cómo luzcan las personas que están visitando esa misa ciudad, o que van de camino al trabajo o se han parado a fumar un cigarro. La desnudez de esos rostros permite al espectador identificarse con esas personillas que vemos en el dibujo. Pues, aunque no todos hayamos estado en Copenhague, Valencia o Nueva York, todos pasamos alguna vez por lugares de relevancia en nuestra ciudad o pueblo; todos paseamos y todos nos paramos. Lo que ocurre es que la mayoría de las veces que recorremos el mismo trayecto de ida y vuelta, solo tenemos en mente el destino, la llegada, el camino es solo algo pasajero y a veces sin relevancia. En estos documentos personales y artísticos se les está atribuyendo relevancia a esos lugares de tránsito “sin más”.

Como él mismo dice, dibuja ciudades que descubre y redescubre, así nos ayude a descubrirlas y redescubrirlas.

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