Castilla la Mancha
Santo y seña de Tomelloso, los bombos son refugios que servían de vivienda a los labradores durante el tiempo de la cosecha allá por el S.XIX; son casas de piedra, levantadas sin argamasa alguna... y todavía están en pie.
La España rural, a pesar de haberse vaciado en gran medida en las últimas décadas, está muy viva y mantiene vivas tradiciones o vestigios de ellas que son parte esencial de nuestra historia; uno de esos vestigios de la historia son los bombos de Tomelloso, su importancia es tal que forman parte de la Ruta de Don Quijote (un Itinerario Cultural Europeo) y se ha solicitado además a la UNESCO su reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad.
La importancia de estos bombos es doble: por una parte son la muestra de cómo era la vida en el campo allá por el S.XIX: por entonces los labradores no podían, en tiempo de cosecha, trasladarse de los campos (especialmente de los de vid) a sus hogares cada día y por eso levantaban los bombos, en estos refugios de piedra no solo guardaban los aperos de labranza sino que también les servían como cuadra para los animales y como lugar de descanso y aseo para ellos mismos.
Claro que la particularidad de estos bombos no es solo la que fue su utilidad sino su construcción porque se trata de refugios de piedra levantados sin argamasa; el proceso de construcción de estos refugios no era sencillo y fue tan perfecto que más de un siglo después los bombos siguen en pie.
Los bombos se levantaban con las piedras (lajas o lanchas) que desenterraba el arado durante la faena en el campo y que eran amontandas en las lindes del terreno; las piedras más grandes se colocaban en la parte más baja, se abría una zanja de unos 40 cm que se iba rellenando con las piedras para crear los cimientos y, sobre ellos, levantar el refugio; las paredes alcanzaban el metro cuarenta de altura y, a partir de ahí, se levantaba el tejado.
Al interior de los bombos no les faltaba detalle: tenían chimenea, poyos para el descanso, hornacinas a modo de alacenas para guardar los alimentos, estacas y ganchos en las paredes para guardar los aperos de labranza y una zona de cuadra para los animales que mantenían así el calor en el interior del bombo.