Al-Ándalus
La preciosa Mezquita de Córdoba guarda muchísimos secretos y uno de ellos tiene que ver con una columna. Te contamos la historia del conocido como Cautivo.
La Mezquita de Córdoba no es solamente una de las grandes joyas de Córdoba o de Andalucía, sino de todo el mundo. Afortunadamente, ha aguantado al paso de los años para continuar haciéndonos suspirar y enamorándonos cada día más. Eso sí, es un rincón en el que se esconden un grandísimo número de misterios e historias.
Un claro ejemplo lo vemos en el conocido como Cautivo de la Mezquita de Córdoba. Se trata de una de las leyendas que se pierden en el tiempo. Se trata de una historia de la conocida como Córdoba califal. Se dice que un joven cristiano se quedó completamente enamorado de una mujer musulmana que iba a comprarle, con regularidad, flores y frutas.
Éste, después de todo, decidió pedirle matrimonio. Ella aceptó y, por si fuera poco, le prometió que se convertiría al cristianismo. Todo el plan iba sobre ruedas pero, en la misma noche en la que la joven musulmana iba a ser bautizada, unos soldados decidieron dar con ella, matarla y, además, tiraron su cuerpo al río.
Poco después, también capturaron al joven y decidieron encadenarle nada más y nada menos que a una de las columnas de la Mezquita de Córdoba. El enamorado sufrió un larguísimo cautiverio y con tal de no perder la fe, decidió hacer de manera paciente con su uña una cruz en esa durísima superficie del mármol en dicha columna.
A día de hoy, todavía puede apreciarse tras una pequeña reja. Esta cruz se denomina el Cabildo (Crucificado del cautivo), aunque el pueblo llama “Cristo”. El bajo relieve que podemos encontrar representa a un señor de rodillas en el que apreciamos que está rezando. Este “Cautivo” está vestido de época, bastante posterior a la musulmana. Tiene una camisa ancha de color rojo, a juego con el gorro y en el suelo. Se aprecia también unos grilletes en los tobillos y, además, mira hacia la columna.
Esta cruz grabada mira al oeste y, además, está protegida con una reja con el fin de evitar que se manipule. Anteriormente se hacía con bastante frecuencia y a día de hoy se piensa que también, aunque no se deba hacer con tal de preservar esa cruz. Es inevitable que muchos curiosos intenten medir la uña en el surco (o surcos), ya que algunos son más pronunciados que otros. ¡Una leyenda de lo más sorprendente!