FAUNA AMAZÓNICA
El Amazonas tiene su propia fauna autóctona y hay muchas especies animales que solamente viven en esa parte del mundo. ¿Te apetece descubrirlas?
El Amazonas es un bosque tropical inmenso que se extiende desde el noroeste de Brasil hasta países vecinos como Colombia o Perú. Se trata del bosque tropical más grande del mundo, pues tiene unas dimensiones de 6,7 millones km². Así pues, no es de extrañar que por él pasen miles de ríos y en su interior habiten multitud de especies de plantas y animales.
Es precisamente de eso, de la fauna de la Amazonia, de lo que vamos a hablar en las siguientes líneas. Y es que si bien allí viven muchas especies de animales que también están en otras partes del mundo, hay muchas otras que solo se encuentran allí.
Ese es el caso, por ejemplo, del mono araña. Hablamos de un tipo de primate autóctono del Amazonas, cuyo nombre viene dado por la forma de su cuerpo. Tiene brazos y piernas largos y fuertes y su cabeza, en comparación, resulta muy pequeña. Puede medir incluso 2 metros, y eso sin tener en cuenta la longitud de su cola.
También se encuentra únicamente en la Amazonia la anguila eléctrica, comúnmente conocida como morena. En realidad se trata de un pez y este puede emitir descargas eléctricas que alcanzan los 600 voltios.
Por su lado, las ranas de vidrio o ranas de cristal son una especie de anfibio que tiene un color verde claro y una piel transparente en la zona del vientre. Tanto es así, que algunos de sus órganos internos como el corazón o el hígado pueden verse desde fuera.
En los ríos del Amazonas, y únicamente allí, viven multitud de ejemplares de caimán negro. Se trata del predador de mayores dimensiones que habita en ese lugar, pues puede alcanzar los 6 metros de longitud. De este modo, no te sorprenderá saber que puede comer mamíferos de tamaño considerable.
Para acabar esta lista de animales que solamente se encuentran en el bosque tropical del Amazonas vamos a hacer mención a la hormiga bala. ¿Te preguntas por qué tiene ese nombre? Porque su picadura es hasta 30 veces más dolorosa que la de una avispa y, quienes la han sufrido en sus propias carnes, la comparan con recibir un balazo.