CANADÁ
Viajamos a la ciudad canadiense de Montreal para conocer la historia que hay detrás de su impresionante Basílica de Notre-Dame.
Ponemos rumbo a Montreal, en Canadá, para conocer una de las edificaciones más sorprendentes que podemos encontrar. Estamos hablando, cómo no, de Notre-Dame. Estamos, sin lugar a dudas, ante una de las construcciones más preciadas, a nivel religioso, que podemos encontrar en Quebec.
Bajo la protección de los conocidos como Señores de la Isla de Montreal, debemos tener en cuenta que este templo tuvo un gran número de etapas dentro de su proceso de construcción. La primera de ellas nos hace centrarnos en la figura de François Dollier Casson, que fue quien se encargó de hacer el plano de esa primera construcción.
Ésta estuvo perfectamente situada en el eje de la conocida como Rue Notre Dame. Las obras comenzaron en 1672, pero no fue hasta 1708 cuando se realizó la primera de las ampliaciones. En la parte sur de esa iglesia primitiva se construyó una basílica de piedra de talla.
El encargado de llevar a cabo este proyecto fue uno de los arquitectos más reconocidos de Nueva York en la época: James O’Donnell. De estilo neogótico, esas obras comenzaron en el año 1824 y se finalizaron en 1829. Fue entonces cuando este templo se inauguró de manera oficial.
A pesar de los esfuerzos, tan solo un año después la primitiva iglesia quedó completamente destruida. Esto provoca que se genere el espacio suficiente para la creación de la conocida actualmente como Plaza de armas de Montreal. En ella se sitúa uno de los monumentos más importantes de la ciudad: el de Maisonneuve.
En cuanto a los dos campanarios que podemos encontrar en este templo, debemos tener en cuenta que fueron erigidos entre los años 1841 y 1843, y fueron diseñados por Juan Ostell. Esto hizo que, durante muchísimo tiempo, esta edificación fuera una de las más imponentes que se podía encontrar en América del Norte.
Otro año a destacar es 1910, cuando esta construcción acogió el Congreso Eucarístico de Montreal. Pero, a pesar de todo, no fue hasta 1982 cuando el Papa Juan Pablo II, en un viaje que hizo a la ciudad canadiense, decidió elevar esta iglesia al rango de basílica menor.
En la actualidad, esta Basílica de Notre-Dame recibe a un gran número de visitantes, que se quedan completamente impactados por su riqueza arquitectónica pero, sobre todo, por los grandes tesoros históricos que hay entre sus paredes. Hablamos de esculturas, tallas de madera, vidrieras y, cómo no, ese impresionante arte sacro que pertenece a la etapa comprendida en el siglo XVII y siglo XX. Tal es su importancia a nivel histórico y cultural, que esta Basílica fue reconocida en 1989 como Lugar Histórico Nacional de Canadá.