Europa
En el corazón de Baviera, con los picos rocosos de los Alpes como telón de fondo, Munich es una ciudad acogedora, con un carácter independiente y estilo de vida sofisticado. Una de las urbes más marchosas de Alemania en dura competencia con su rival Berlín. Gracias al quehacer de la dinastía Wittelsbach, que gobernó Baviera durante varios siglos, Munich se convirtió en el siglo XIX en una de las grandes ciudades europeas con sus majestuosos palacios, sus elegantes barrios y edificios públicos junto a su extensa oferta cultural. Esta ciudad, pionera en eliminar el tráfico innecesario en algunas calles creando zonas peatonales, nos permite pasear e introducirnos en su núcleo histórico para admirar sus edificios, fuentes, estatuas… Una placentera experiencia que no nos podemos perder. Precisamente, cerca del casco histórico se encuentra el Bayerischer Hof, uno de los hoteles más prestigiosos de Alemania en el que se mezclan tradición y modernidad elegantemente. Construido en 1841, huéspedes ilustres pasaron por él como la emperatriz Sissi o Sigmund Freud. En 1897 pasó a ser propiedad de la familia Volkardt, que sigue gestionándolo en la actualidad, y logró convertirlo en 1924 en uno de los hoteles más grandes de Europa. Sufrió serios daños durante la Segunda Guerra Mundial, pero recuperó su esplendor tras su restauración. Tras pasar las puertas giratorias ya intuyes que estas en un lugar especial. El trajín en la recepción, auténtico corazón del hotel, nos evoca una pequeña Babel en la que se escuchan variedad de lenguas. Repartidas en siete plantas, sus 280 habitaciones y 60 suites, una de ellas de más de 600 metros, trasmiten una atmósfera chic ya que cada una muestra un interiorismo personalizado. Las suites de la planta superior añaden además unas vistas impresionantes a los Alpes. Cuenta con 5 restaurantes. Se puede degustar la exótica gastronomía de la Polinesia en Trader Vic’s; especialidades mediterránea en Garden; la alta cocina europea en Atelier; y, por supuesto, no puede faltar la posibilidad de degustar la tradicional cocina bavaresa. Junto a sus 6 bares tiene un club nocturno de jazz con actuaciones en directo y un teatro con una interesante programación. En la azotea realizan barbacoas verano y en invierno desde su bar de hielo se puede tomar una copa disfrutando de las vistas de la ciudad. También en esta planta se encuentra el spa diseñado por André Putman. Saunas, piscina, solárium, gimnasio y salas de tratamientos tanto faciales como corporales. Todo ello sin salir del hotel. Un auténtico centro de ocio. Sus salones son idóneos para encuentros empresariales, de hecho una vez al año se reúnen en ellos los representantes de la industria alemana.