Europa
St. Moritz es un destino clásico de lujo y nieve desde hace siglos, que dicho así suena imponente y de hecho lo es, casi tanto como la propia cara sur de Los Alpes salpicada de lagos, lugar al que hemos de dirigirnos si queremos llegar a St. Moritz. Las propiedades de la primavera de St. Moritz eran ya famosas en el siglo XV y sus balnearios, hoy SPAs, los ocupaba un siglo más tarde lo más granado de la sociedad europea del momento; ya en el siglo XX llegaron los juegos olímpicos de invierno y la consolidación de St. Moritz como un centro de ocio, deporte y relax único en el mundo. El magestuoso paisaje que compone el Engadin y sus 90 lagos de montaña, junto con un clima soprendentemente soleado y una primavera casi cálida, da a St. Moritz el marco para crear un resort inigualable y de marca registrada. Hay un palacio que cuenta más de un siglo de historia y cuyas paredes -aun a pesar de la remodelación que han sufrido para que el lugar siguiera siendo un alojamiento de altísimo nivel aun a pesar del tiempo transcurrido- son discretos testigos de miles de historias de ida y vuelta. Es el Palacio de Badrutt. Junto al Lago St. Moritz se erige la gran dama de los hoteles suizos; en pie desde 1896, es todavía hoy un alojamiento de puro placer y delite. Se trata de un hotel de 157 habitaciones y 37 suites regias y elegantes con vistas a la nieve y tecnológicamente equipadas a la última, wifi incluido; también pase de ski y senderismo, SPA -wellness Palace- y club infantil para niños de 3 a 12 años; éstos, entre otros servicios, hacen de una estancia en Badrutt's Palace unas vacaciones inolvidables a las que podrás poner un broche de oro paseándote por las boutiques más chic del centro de St. Moritz.