Europa
Una visita obligada. Una visita al París frívolo, audaz, despreocupado. Aunque hoy nos parezca extraño, a finales del XIX la inauguración de este cabaret fue una auténtica revolución y con el tiempo llegaría a convertirse en un referente del saber vivir parisino. Toda una provocación para la mentalidad burguesa cuando noche tras noche las bailarinas enseñaban sus encantos cada vez que alzaban las piernas. Un baile frenético que el inglés Charles Morton bautizaría como French Cancan. Entrar en su reciento es como realizar un viaje a esa vida bohemia; desde el icónico molino que gira sobre el tejado en su fachada, el vestíbulo tapizado de terciopelo rojo o esa inmensa sala con lámparas y espejos modernistas. Cada noche nos trasporta a la belle époque de la mano del ritmo frenético de las Doriss Girls, una tropa de bailarinas con sus enaguas azules, blancas y rojas, y los Doriss Boys que las acompañan en el escenario junto con malabaristas, acróbatas y artistas. Inicialmente la puesta en escena corría a cargo de chicas de burdel, que tuvieron el privilegio de ser inmortalizadas para la posteridad por Toulouse Lautrec, en especial Jane Avril su musa durante los años salvajes del pintor. En la actualidad han sido sustituidas por diplomadas en danza clásica de varias nacionalidades con sobradas cualidades artísticas y físicas. Desprendía un glamour que sirvió de inspiración a directores de cine como John Huston, en 1952, o Baz Luhrmann que recreó su historia, en 2001, a través de Santine, interpretada por Nicole Kidman. Por su pista pasaron intérpretes de renombre como Edith Piaf, Maurice Chevalier, Yves Montand, Liza Minnelli, Ella Fitzgerald, Frank Sinatra e incluso La Toya Jackson. A sus 125 años, no conoce la palabra crisis. Solo hay que ver la cola que se forma a sus puertas y saber que la mayoría de las noches cuelga el cartel de Completo. Un espectáculo con cena incluida, por supuesto regada con champán, que se convierte en un placer para todos los sentidos.