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LUGARES MUY PARTICULARES

El cementerio de sabores de helados y otros que no creerás que existen

Tienen la solemnidad de todo camposanto, pero en ellos no hay humanos enterrados, sino objetos, animales e incluso sabores de helado. Son los cementerios más atípicos y sorprendentes del planeta. ¿Los recorremos?

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1. Cementerio de sabores de helado. Vermont (Estados Unidos). En 1997 abrió sus puertas con apenas cuatro ‘muertos’ y ahora ya suman más de 30. Se trata de un particular cementerio, con sus lápidas y todo, que se encuentra en Waterbury (Vermont, EEUU), que es donde está la sede de Ben & Jerry’s. De hecho, el cementerio es una iniciativa de la firma heladera para enterrar los sabores que va eliminando de su catálogo y el cementerio se visita dentro de las instalaciones.

Seguramente, los más fans de ciertos sabores de helados retirados tienen aquí un lugar muy especial donde rendirle tributo a esas cucharadas que solo pudieron disfrutar durante un tiempo, seguro, muy corto.

2. Cementerio de perros. Asnières-sur-Seine (Francia). A finales del siglo XIX, una ley francesa prohibió a los dueños de mascotas tirar los cuerpos de los animales muertos a la basura o a los ríos. Esto provocó la creación del primer cementerio de perros de la historia, en un pueblito cerca de París en 1899 donde, entre otros, se encuentra enterrado el famoso Rin Tin Tin, que protagonizó películas en Hollywood.

3. Cementerio de aviones AMARC. Tucson (Arizona, EEUU). Cuando un avión del ejército de Estados Unidos es retirado de sus funciones y no va a volar más, acaba en el Centro de Regeneración y Mantenimiento Aeroespacial, también llamado AMARC por sus siglas en inglés. Está en Tucson y es impresionante ver centenares de ellos allí varados, algunos esperando ser desmontados. Otros, dejados allí para siempre.

4. Cementerio de muñecas. Cuenca (Ecuador). Está en el Centro Cultural Prohibido y se compone por una cripta de alrededor de dos metros de profundidad, con 15 bóvedas. Otra similar está en la entrada del recinto y es un proyecto artístico de varios artistas, que entierran allí muñecas donadas por los habitantes de la ciudad. La idea es que cada muñeca se acompañe de una historia de la infancia de su dueño.