Europa
Saborear una ciudad requiere su tiempo, su estrategia y, como no, tener activados no solo el gusto sino los cinco sentidos para disfrutarla plato a plato como se merece. Edimburgo, más allá de ser una capital cultural, artística y de tradiciones, es una ciudad en la que la gastronomía puede pasar a primera vista desapercibida pero, una vez que se prueba, se convierte en un imprescindible para todo viajero. Uno de los platos más típicos de Escocia es el haggis, una especia de salchicha o pudin salado en el que se mezcla la carne con avena, sal y especias. Esa es la base pero la forma de servirlo admite todo tipo de variaciones, desde lasañas a pechugas de pollo rellenas con ellos, servidos de manera tradicional con nabos, patatas y, por supuesto, whisky, o envueltos en bacon. Pero, además, el clima tan variado y los hábitats salvajes que se pueden encontrar en Escocia, son perfectos para producir una gran variedad de verduras, frutas, pescados y carnes. Más allá de los fish & chips tan típicos como recurrentes, son muchos los chefs que se han inspirado en los productos e ingredientes típicos escoceses para elaborar algunos de sus mejores platos. Directa desde el mar viene la sopa Cullen Skink, servida con patatas y cebollas, de Aberdeen Angus provienen algunas de sus mejores carnes y el cordero de North Ronaldsay. Y, de postre, el Selkirk Bannock, un pastel de fruta que era uno de los preferidos de la Reina Victoria, el Tablet –parecido al dulce de leche- o algunas recetas elaboradas con el ingrediente estrella: el whisky.