Europa
En el sur de Inglaterra, cerca de la localidad de Grewelthorpe, se encuentra un edificio muy peculiar, aislado en medio del campo, en lo que hace siglos fueron unos jardines en su máximo esplendor. De ellos quedan algunos restos que permiten a los visitantes que acuden al lugar hacerse una ligera idea de cómo era el ambiente por aquel entonces. Pero, lo más curioso es que uno de estos testigos del paso del tiempo, un pequeño edificio que permaneció en ruinas durante décadas e incluso siglos, se ha reconvertido en un coqueto y acogedor hotel. Tan solo cuenta con espacio para dos personas pero su singular ubicación y su historia, que casi se ha convertido en una de las más relatadas de la zona, hacen de The Ruin Grewelthorpe el alojamiento perfecto para una pareja. Es muy romántico e íntimo, sin más ruidos alrededor que los de la naturaleza y una decoración clásica y sobria que destaca por su elegancia. Está construido sobre una ladera rodeada de árboles desde la que se puede admirar la riqueza paisajística del norte de Yorkshire. El lugar es ya se por sí pintoresco, pero el hecho de estar coronado por una pequeña casa de piedra totalmente aislada, le otorga aún más misterio. En el siglo XVIII aquí se encontraban los famosos jardines de William Aislabie, un político que se vio implicado en un escándalo y se retiró a la zona, donde comenzó a cultivar una de sus mayores pasiones: la jardinería. Compró las tierras en 1731 y, tras su muerte, fue su hijo el que continuó con su labor y cuidado. Durante mucho tiempo, este lugar fue visitado por miles de turistas hasta prácticamente 1920, más tarde fue vendido a un comerciante de madera que taló muchos de los árboles del jardín y, en el año 1989, Hackfall Trust adquirió los terrenos y diseñó un proyecto para devolverle al lugar parte de su vieja gloria, aunque no se terminó de restaurar la casa hasta el 2004. Lo que antiguamente era una casa para celebrar banquetes y ocasiones especiales, hoy en día se ha convertido en The Ruin Grewelthorpe, un hotel sencillo, aparentemente austero y con las comodidades y el espacio justos para pasar una noche inolvidable. Cuenta únicamente con una habitación, un salón, un baño y una cocina. La estancia en él, sea de las noches que sea, es perfecta para dar largos paseos por la típica campiña inglesa o acercarse hasta algún pub de la ciudad para saborear una cerveza y la gastronomía tradicional de la zona. La estética de este pequeño edificio mezcla el estilo gótico con formas clásicas. Y, a pesar del paso del tiempo, se han mantenido parte de sus detalles más característicos, tales como la cornisa que cubre la sala central –de la que se conserva un pequeño fragmento original-, las puertas exteriores a la terraza o el tragaluz de cristal –que es una copia exacta en bronce del original-. El edificio, que era conocido como “la ruina”, desprende un magnetismo incomparable que difícilmente podrían conseguir transmitir otros hoteles por muchas estrellas y comodidades con las que contasen. Y es esta elegancia rústica la que lo convierte en un alojamiento tan cautivador. The Ruin Grewelthorpe es un homenaje a William Aislabie, su primer propietario, y a Robert Adam, el que se cree que fue el arquitecto, pero también es una oda a los turistas que valoran por encima de todo la tranquilidad y la calma de alojarse en un hotel único.