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Karlovy Vary, ciudad balnearia por excelencia

Las aguas termales son la principal atracción de esta localidad de la República Checa
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Los orígenes de Karlovy Vary se remontan al siglo XIV. Fue en esa época, en concreto en el año 1370, cuando Carlos IV de Luxemburgo fundó la ciudad, que recibió este nombre –en checo significa “baños termales de Carlos”-. A medida que pasaron los años, la ciudad fue atrayendo a turistas y aristócratas de toda Europa, curiosos por descubrir los beneficios de sus aguas con propiedades medicinales. Karlovy Vary se encuentra en pleno valle del rio Teplá, en la parte occidental de la República Checa, rodeada por bosques y una inmensa naturaleza que obliga prácticamente a desconectar nada más adentrarse en la ciudad. Durante el siglo XIX alcanzó su mayor esplendor y fue entonces cuando se construyeron la mayoría de edificios que aún a día de hoy siguen otorgando a la ciudad su característico ambiente majestuoso. Dice la leyenda que el rey Carlos IV descubrió las aguas al cazar un ciervo. Pero seguramente nada le hizo pensar en ese momento que por la ciudad pasarían posteriormente, buscando reposo y tranquilidad, personajes de la importancia de Mozart, Beethoven, Goethe, Chopin o Marx. Karlovy Vary se convirtió en sinónimo de elegancia, lujo y exclusividad. A día de hoy cuenta con 13 fuentes termales principales que resultan beneficiosas para tratar problemas del aparato digestivo y locomotor así como otras afecciones de distintos tipos. Además de más de 300 de menor tamaño repartidas por toda la ciudad y de las cuales los visitantes pueden beber si llevan a mano una de las jarritas que se pueden adquirir prácticamente en cualquier tienda o rincón –a pesar de sus altas temperaturas-. La Belle Époque también pasó por Karlovy Vary con fu fastuosa forma de vivir, con sus fiestas y su ambiente incomparable, y atrajo a aristócratas, científicos y políticos. Ellos se alojaban en los balnearios y hoteles de lujo, admiraban las elegantes columnas de las fuentes, los detalles dorados y los edificios de estilo imperial, rococó y también clásico.  En el casco histórico destacan los Baños Imperiales, la iglesia de Santa María Magdalena y el Teatro municipal. Además de algunos hoteles que guardan la reputación de la ciudad, como el Grandhotel Pupp, el hotel Imperial o el hotel Thermal. Hay también varios miradores, algunos de ellos es necesario alcanzarlos a través de un teleférico, pero merece la pena hacer el camino. Uno de los productos que han contribuido a la fama de Karlovy Vary ha sido la porcelana, también la fábrica de cristalería Moser, cuya historia se remonta a más de siglo y medio atrás y que es típica en toda la República Checa y el licor de hierbas Becherovka. En Karlovy Vary se celebra cada año el Festival Internacional de Cine de la ciudad, que atrae a numerosas personalidades del mundo del cine. Pero no es necesario visitarlo en esa época del año, ya que todos los meses destila un encanto cinematográfico digno de cualquier largometraje.