Una ciudad aun por descubrir
Todo aquel que haya pasado una temporada en Colonia -unos días, unas semanas, unos meses- y conozca mínimamente el clima de Alemania, podrá decir que es una ciudad diferente que se sale del típico modelo alemán que todos tenemos en mente. Más abierta, más dada a recibir gente, un poco menos suya y más del resto. Y con muchos rincones secretos aún por descubrir.
Piensas en Colonia y probablemente pienses automáticamente en su Catedral, que gobierna y custodia toda la ciudad. Situada en el centro de la misma, puede verse desde prácticamente cualquier punto de ésta por su gran altura (157 metros) y por el inconfundible estilo gótico que la domina y la convierte en una especie de mancha negra en el azul del cielo; una mancha negra preciosa, hemos de decir. Ni siquiera la crueldad de la Segunda Guerra Mundial, que destruyó el 80% de la ciudad, se atrevió con ella. Lleva en pie desde 1248 y en 1996 fue declarada Patrimonio de la Humanidad.
Distinta suerte corrió el puente Hohenzollern, quizá el segundo símbolo de Colonia. Tuvo que ser reconstruido después de la guerra que arrasó el país en general y la ciudad en particular, pero no ha perdido un ápice de su encanto inicial; al contrario, en los últimos años, habitantes de Colonia y turistas se han encargado de darle un significado aún más especial con los famosos candados que ya cuelgan de innumerables puentes de todo el mundo. El Hohenzollern no es una excepción en este sentido y, además, nos ofrece unas vistas preciosas de la ciudad en un paseo que no podéis perderos.
Tanto la Catedral como el Puente Hohenzollern son los dos 'cabezas de cartel' en todas las guías de viaje dedicadas a la ciudad alemana, pero no son ni mucho menos el único punto de interés de Colonia. Tampoco la lista termina con la plaza Alter Markt, donde antiguamente hubiéramos encontrado el mercado de la ciudad, o con el parque Rheinpark, ambos lugares dignos de ver. Colonia está plagada de rincones, de secretos, no tan conocidos que merecen una visita.
Empezando por las famosas casas de colores que conforman uno de los pocos recuerdos de la ciudad pre-Segunda Guerra Mundial. En 1945, el arquitecto suizo Rudolf Schwarz aseguró que Colonia era “el mayor montón de escombros del mundo”, por lo que resulta impresionante pararse frente a estas pequeñas casas que de alguna manera lograron sobrevivir al bombardeo constante que vivió la ciudad -quizá por encontrarse cerca de la Catedral. Conservadas como existieron desde un principio, forman parte además de un gran paseo a las orillas del Rin.
Si queremos entender lo dicho en los primeros párrafos sobre Colonia, lo diferente que resulta de todas las ciudades del país, nada como acudir a la plaza Heumarkt, uno de los centros de vida de la ciudad. Desde principios de diciembre, en esta concurrida plaza podríamos disfrutar del mercado de Navidad que justifica casi por sí solo una visita a la ciudad. Para los más golosos, a diez minutos andando encontraréis el imperdible Museo del Chocolate.
Colonia está llena de sorpresas y ahí va la que tal vez sea la mayor de todas: una pequeña playa. El Beach Club de Colonia convierte lo imposible en realidad y aquí reside parte de su encanto. Colonia tiene playa y es uno de los lugares más tranquilos, relajantes y agradables de la ciudad. Y sorprendente, como ya hemos dicho.
Podríamos así mismo destacar varios parques en la ciudad aunque en nuestro empeño de hacer hincapié a algunos que pueden ser menos conocidos, hablaremos del Aachener Weiher. El Aachener Weiher es un lago artificial que cuenta con casi un siglo de antigüedad. El parque que lo rodea suele estar muy concurrido pero en él también encontramos mucha tranquilidad, una especie de Retiro en medio de la ciudad que nos ofrece también grandes instantes de paz.
Y si quieres tener unas vistas completas de la ciudad, entonces debes subir al Köln Triangle, un mirador espectacular ante el que no debes sentir pereza; insistimos en esto, ¡sube o te perderás una buena parte del encanto de Colonia!