SAN PETERSBURGO
Viajamos hasta San Petersburgo para conocer la historia de un palacio que, desde luego, no deja indiferente a nadie. ¡Es espectacular!
Es el momento más que perfecto para conocer la historia que hay detrás del Palacio de Peterhof, una de las edificaciones más sorprendentes que podemos encontrar a pocos kilómetros de San Petersburgo. Llama poderosamente la atención por su Palacio Grande, pero también por sus parques y fuentes. Hasta 1917, coincidiendo con la Revolución de Octubre, en este Palacio residían los zares.
Para conocer la historia del Palacio de Peterhof, debemos saber sus antecedentes. Y es que, nada más terminar la Gran Guerra del Norte, se firmó el Tratado de Nystad en el año 1721. En él, quedaba reflejado que el Imperio Sueco cedía parte de su territorio del mar Báltico a Rusia.
Pedro el Grande, por su parte, ya había empezado a construir una nueva capital en 1703, que era San Petersburgo. Esto provocó que los rusos tuvieran un acceso al mar Báltico por el río Neva. Durante el siglo XVIII, Pedro I decidió construir y ampliar el Palacio de Peterhof dentro de su plan de modernizar Rusia.
En el año 1714, Pedro ordenó la construcción de un palacio, “Monplaisir” basado en sus propios bocetos. Se encargó de diseñar el exterior, pero también el interior de este palacio. ¡Pero tampoco quiso dejar atrás los elementos decorativos! En este mismo lugar, Pedro creó su propio Estudio Marítimo, desde donde podría verse San Petersburgo a oriente y la isla de Kronstadt a occidente.
Con el paso del tiempo, e inspirándose en el Palacio de Versalles, Pedro el Grande quiso ampliar su palacio. En ese preciso momento pasaría a ser el Palacio de Peterhof. Ese primer diseño fue realizado por Jean-Baptiste Le Blond, uno de los arquitectos franceses más reconocidos de la época.
Si echamos la vista atrás, debemos tener en cuenta que, en la primera mitad del siglo XVIII, el Palacio tenía un aspecto bastante diferente al actual. Muchas fuentes aún no habían sido instaladas, y varios parques como el Superior o el de Alejandra todavía no eran una realidad. De hecho, en esos mismos puntos había huertos con diversas albercas.
La fuente de Sansón y su pedestal tampoco existían en ese canal. De hecho, este último elemento era utilizado como entrada marítima al Palacio Peterhof. Un cambio representativo en el diseño original de Pedro el Grande fue la concepción del Palacio como una pieza central.
Al principio, era conocido como Palacio Superior y era bastante más grande que el resto de estructuras que podíamos encontrar en este complejo. Pero la cosa cambiaría entre los años 1745 y 1755, cuando se añadieron las alas que fueron financiadas por Isabel de Rusia y ejecutadas por Bartolomeo Rastrelli, arquitecto italiano.
Otro aspecto a destacar es la conocida como Gran Cascada. Ésta fue decorada en abundancia respecto a ese diseño que originalmente se planteó. Hasta mediados del siglo XIX se fueron añadiendo fuentes nuevas y ampliando las originales. Sea como sea, es uno de los palacios más sorprendentes que podemos encontrar en los alrededores de San Petersburgo.