PAÍSES BAJOS
Este pequeño pueblo holandés es parada obligada por los que visitan el país gracias a su famosa tradición en el mundo de la cerámica. Sin embargo, aprovechar la visita a Delft para conocer lo mejor de la pastelería y los quesos de los Países Bajos es también una buena idea. Te damos las direcciones que no pueden pasarte desapercibidas.
Situada en la región Meridional de los Países Bajos, la ciudad de Delft es una de las paradas obligadas en todo tour por Holanda. Su centro urbano es toda una delicia, no solo porque, como Ámsterdam, está surcado por canales, sino también por la importante industria de cerámica, de fama internacional.
A no demasiada distancia del mar, fue levantada en el siglo XIII y la Casa de Orange la hizo su residencia oficial a finales del siglo XVI. Fue desde allí cuando Guillermo de Holanda dirigió la lucha contra España durante la Guerra de los 80 años. Era la tercera ciudad más importante del reino, tras Dordrecht y Haarlem, y estaba amurallada. Tras la Guerra, comenzaría la expansión de la industria de la cerámica, así como la apertura de una sede de la Compañía de las Indias Orientales.
Fue el comienzo de un declive que acabó con todas las fábricas de porcelana menos una en el siglo XIX, que es la que aún hoy sigue estando abierta. Sus objetos se pueden comprar en multitud de tiendas por toda Holanda, pero es en su centro histórico donde más variedad y encanto tienen, siempre con los colores blanco y azul como protagonistas.
Aprovechar una visita a su casco histórico para, de paso, probar las mejores especialidades dulces de los Países Bajos es toda una idea. Basta menos de un día para convencerse de que, en materia de pasteles, bollos y caramelos, los holandeses saben lo que se hacen.
1. Si quieres comer poffertjes, un dulce tradicional elaborado com masa frita, más dulces que las clásicas tortitas y más suaves en su interior que los panqueques, servidos con azúcar glasé espolvoreado, debes ir a Gulden ABC (Markt, 34), donde los sirven con crema en honor al presidente norteamericano Bill Clinton, que los probó cuando visitó la ciudad.
2. En cambio, una taza de café con tarta de manzana casera es la mejor opción en Uit de Kunst (Oude Delft, 140). De paso, podrás ir a la cabina telefónica que hay en frente, que exhibe una exposición de un artista diferente cada mes. Se la conoce humorísticamente como 'el museo más pequeño de mundo'.
3. Bakkerij de Diamanten Ring (Choorstraat, 9) es el lugar perfecto para hacerse con Scheve Jantjes, unas adorables pastitas de mantequilla que llevan impresa la imagen de la Iglesia Vieja (Oude Kerk) y que se venden también en una preciosa lata que imita, cómo no, la porcelana de la ciudad.
4. El turno de los caramelos para los pequeños. Ningunos como los de colores y sabores ácidos de la Winkeltje Kouwenhoven (Sint Agathaplein, 3a). Además, llevan un siglo vendiendo regalices con la misma receta, por lo que ya son un clásico de la ciudad. Junto al museo Het Prinsenhof.
5. Las mejores crepes de la ciudad están en Stads-Koffyhuis Kleyweg (Oude Delft, 133). Esta cafetería los sirve dulces y salados. Entre los primeros, el de manzana, canela y crema batida es el más demandado. También panqueques (dulces y salados) y el Delftse Donder: un delicioso pastel de chocolate con crema batida, relleno de mousse de chocolate, ganaché de chocolate y recubierto con una gruesa capa de chocolate negro.
Está claro, morir por chocolate obliga a ir a Delft; y si de paso nos hacemos con algunos poffertjes para abrir boca, mejor que mejor...
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