Oceanía
Pasear por los 22 kilómetros de largo de la playa Cable no es sencillo, no por la dificultad del terreno, sino porque cuando el sol aprieta en este rincón del noroeste australiano, lo hace a unas temperaturas tan elevadas que resulta imposible caminar mucha distancia sin agotarse. Menos mal que, para estos casos, allí cuentan con la inestimable ayuda de unos animales que no resultan del todo autóctonos: camellos. Como si se tratara de una caravana en el Sáhara, decenas de ellos ayudan a los cientos de turistas que cada día acuden a estas playas de ensueño a recorrerlas. Sobre todo porque, gracias a ellos, es más fácil llegar a puntos de gran interés arqueológico como las huellas de dinosaurios, dejadas allí hace 130 millones de años y conservadas en Gantheaume Point. Cable Beach se encuentra rodeada por cúmulos de arena fina, así como otros de un ocre intenso, que permite conocer el paso sedimentario de la zona. El ancho de la costa es tal que, si no se quiere uno subir a un camello, también es posible recorrerla en 4x4. Esto es incluso perfecto si, además, se quiere llevar el aparataje para hacer esquí acuático o submarinismo, que son dos de las actividades preferidas de los lugareños. Y por si fuera ya poco atractiva, también aquí es posible contemplar un fenómeno natural conocido como la Escalera de la Luna. Se da los días de luna llena, cuando se levanta sobre las marismas de Roebuck Bay y la marea está muy baja, se crea la ilusión óptica de una escalera que parece subir hasta nuestro satélite. Puede verse durante tres noches al mes entre marzo y octubre. Llegar a este rincón tan alejado de las grandes ciudades australianas no es complicado, pero, eso sí, hay que calcular bastantes horas de viaje. Sin hacer noche, y con al menos cuatro escalas desde España, sería más de un día entero de avión. Eso sí, merece la pena.