Asia
Si decidimos viajar a la isla de Sri Lanka una de las visitas más recomendable, por no decir imprescindible, es el orfanato de elefantes de Pinnawela, sobretodo si se trata de un viaje familiar, pues esta experiencia seguro que se quedará grabada en la memoria de los más pequeños. Fundado en 1975 en un entorno natural salvaje, junto al río Maha Oya, es el primero de este tipo en el mundo y se encuentra situado a tan solo 90 kilómetros de Colombo, la capital. A este orfanato se puede llegar tanto en autobús como en tuc-tuc desde Kandy, aunque yo os recomendaría coger el tren que sale de esta ciudad hasta Rabukkana. Disfrutareis tanto del impresionante paisaje exterior como del día a día de la gente que utiliza este transporte, donde lo más normal es ver deambular a los vendedores cargados de comida sobre sus cabezas o que vuestro compañero de viaje insista en que compartas su comida con él. En sus inicios este proyecto pretendía acoger a las crías de elefante que se habían quedado solas en los bosques así como hacer de él un lugar de recuperación de los adultos víctimas de maltrato o heridos, algunos de ellos, mutilados por las minas. En la actualidad, también se ha convertido fundamentalmente en un centro de cría y cuenta con una manada de más de 70 paquidermos, la mayor del mundo en cautividad. Además de pasear por sus instalaciones, dar de comer a las crías con inmensos biberones o ver como los más adultos alargan sus trompas para conseguir cualquier alimento, especialmente fruta, que llevarse a la boca, el momento más impactante es cuando se dirigen hasta el río para zambullirse en sus aguas. Alentados por los “Mahouts”, sus cuidadores, de los que se dice que desarrollan un vinculo especial con el elefante y que durará toda su vida, se dirigen como si fueran un ejercito en formación a lo largo de las calles del poblado hacia su ritual diario del baño. Este recorrido que realizan al menos un par de veces al día según las estaciones es todo un espectáculo. Por un lado observamos a la manada con su impresionante envergadura atravesar la principal calle de pueblo, que además está llena de comercios de souvenirs, y por otro como los comerciantes y compradores los ven pasar como si se tratase de un simple y pacífico rebaño de ovejas sin que ocasionen ningún desperfecto en las siempre abarrotadas tiendas. Ya una vez en el río, los elefantes pequeños juegan entre ellos entrelazando sus trompas, se zambullen o se tiran agua con su trompa por encima de la cabeza sin alejarse en ningún momento de los adultos. Mientras nosotros podemos disfrutarlos y contemplarlos tranquilamente desde la orilla, o mejor aún, tomando alguna bebida o incluso comiendo desde cualquiera de las terrazas de los restaurantes que dan al río.