Los ojos de Dios están en Bulgaria
En Bulgaria podrás descubrir una cueva, bajo el nombre de Prohodna, en el que verás nada más y nada menos que “los ojos de Dios”. ¡Una auténtica maravilla!
Como norma general, a Dios se le suele representar con un enorme ojo, enmarcado entre vértices de un triángulo. Eso es lo normal pero, ¿y si os decimos que podría tener dos ojos como cualquier otro humano o ser vivo? Para descubrirlo tendríamos que viajar, nada más y nada menos que al norte de Bulgaria.
Concretamente, en el municipio de Lukovit, ubicado en la provincia de Lovech. En este rincón del mundo podemos divisar un precioso desfiladero conocido bajo el nombre Iskar, cerquita del pueblo de Karlukovo. Una vez allí, podemos divisar una montaña de roca caliza.
En este preciso rincón encontrarás nada más y nada menos que los Ojos de Dios. Sí, en plural. Debemos tener en cuenta que esta región ha sido, durante muchos milenios, sometida a la conocida como acción kárstica. ¿En qué consiste? En la meteorización química que hace que el agua sobre cierto tipo de rocas, modela el paisaje y excava una serie de galerías subterráneas.
De ahí que surja un paisaje de lo más característico. En este caso concreto, estamos ante una gran cueva que fue bautizada bajo el nombre de Prohodna. Llega a alcanzar, incluso, nada más y nada menos que los doscientos sesenta y dos metros de longitud. De esta manera, se convierte en la más grande de toda Bulgaria. ¡Es sencillamente una maravilla!
Este lugar está forma parte del conocido como Parque Geológico de Iskar-Panega, es decir, una de las zonas kársticas más impresionantes de todo el país. Está originada en la Era Cuaternaria, por lo que se convierte en un auténtico paraíso para aquellos amantes de la espeleología. ¿La razón? Registradas hay como dos centenares y medio de cavernas, aproximadamente.
La más espectacular es la de Prohodna (o también llamada Oknata). La caverna cuenta, en su bóveda, con dos oquedades verdaderamente enormes. Una exactamente junto a la otra, con una forma almendrada que recuerda a unos ojos. Eso sí, no son los accesos puesto que también hay dos grandes aberturas (de cuarenta y cinco metros de altura por unos treinta y cinco de ancho) por las que se accede al interior. ¡Hasta se llega a hacer puenting!
Otra cuestión a destacar son las pequeñas cascadas que caen a través de esos curiosos “ojos” cuando llueve, creando así una especie de metáfora como si de un “llanto divino” se tratase. Lo más bonito de todo es tener una visión nocturna de la luna a través de esos “ojos de Dios” que tantísimos turistas deciden conocer, año tras año. ¡No es para menos!