TARRAGONA
Con su aroma a pino, sus alrededores boscosos y su agua transparente, es una de las mejores playas de la zona.
Hay veces en las que tendemos a pensar que los mejores lugares del mundo se encuentran lejos de casa. Pero en realidad, hay espacios naturales realmente bellos muy cerca de donde vivimos. Si hablamos de playas y calas, por ejemplo, a la mayoría de personas se nos vendrán a la mente las del Caribe. No porque hayamos estado, sino porque hemos visto imágenes de esas grandes extensiones de arena blanca bañadas por aguas claras. Pero lo cierto es que en la propia Península Ibérica tenemos playas bonitas en las que bañarnos cada verano. Por ejemplo, la Cala Fonda, en Tarragona.
Ya es señal de su belleza el hecho de que popularmente se la conozca como Waikiki, pues hay quienes la comparan con las playas de Hawái. Y lo mejor de todo es que tiene una muy buena ubicación, pues está a tan solo 6 kilómetros al norte de la ciudad de Tarragona. Así, se puede llegar hasta ella en coche, pero también desde la playa Larga de Tarragona, que está contigua a Cala Fonda.
Sí que es cierto que no es del todo accesible, pues se trata de una playa virgen rodeada de naturaleza. Pero la verdad es que merece la pena acercarse hasta ella, sobre todo ahora en primavera, cuando ya empieza a apetecer eso de pegarse un chapuzón pero se puede hacer tranquilamente, sin mucha gente alrededor.
Cala Fonda está protegida por el bosque de la Marquesa, una zona frondosa y muy verde que contribuye en el hecho de compararla con las playas hawaianas. De hecho, para llegar hasta la playa, si se va por carretera, hay que aparcar el coche en un camping y caminar alrededor de 20 minutos por este bosque y varios acantilados; las vistas mientras se sigue el sendero son fantásticas.Pero fantástica es también Cala Fonda, pues cuando uno se tumba en la arena fina de esta playa y se deja acariciar por los rayos de sol, todo lo que se respira es paz y aroma a pino. En parte gracias a ello es un espacio de interés natural protegido, pero también tienen que ver sus alrededores y sus aguas limpias y cristalinas.
Esta pequeña cala de Tarragona tiene apenas 200 metros de longitud, pero no hace falta una extensión mayor para convencer a los visitantes de que merece una segunda (y tercera y cuarta) visita. Eso sí, hay un dato importante que se debe tener en cuenta: la cala, en principio, era nudista. No obstante, cada vez acuden más personas que no lo practican y llevan siempre su bañador.