España
Saliendo de Pontevedra en dirección O Grove, a unos seis kilómetros, se encuentra la bonita localidad de Combarro, uno de los lugares más pintorescos y representativos de las Rías Baixas. El nombre de Combarro está ligado estrechamente a una de las construcciones más típicas y tradicionales de toda Galicia: el hórreo. Por eso, una visita a la localidad significa hacer una ruta casi de hórreo en hórreo, aunque en Combarro hay mucho más que ver, admirar y saborear. Está construida sobre granito, al lado del mar, en forma de curva y se recomienda empezar la visita a Combarro paseando por su paseo marítimo hasta llegar a la plaza de Chousa. De esta forma se pueden tener unas vistas increíbles de la costa y conocer su ubicación privilegiada. Luego conviene adentrarse en el casco antiguo y dejar volar la imaginación hasta siglos atrás puesto que la localidad aún conserva características de otras épocas. En la plaza de San Roque, de pequeño tamaño, se pueden ver representaciones arquitectónicas típicas, como dos cruceiros de los siete que se encuentran en esta parte del pueblo. Son un símbolo del culto a los dioses que protegían los caminos y las encrucijadas, ya que eran considerados lugares mágicos donde se reunían las meigas. Un cruceiro significaba que ese camino o cruce era seguro y estaba despejado y su cruz suele representar la figura de Cristo o de alguna virgen. En esta misma plaza merece la pena prestar la atención al edificio que guarda en su interior la biblioteca, con un bonito balcón de piedra que finaliza en unas escaleras. El pueblo de Combarro es como un libro deseoso de ser abierto para poder desvelar todas y cada una de las historias que guarda en su interior. A lo que hay que sumarle el misterio que desprenden la mayoría de localidades gallegas, con sus leyendas y fábulas. Las casas mariñeiras son las viviendas más típicas del pueblo. Se podrían definir como casas de planta baja pegadas entre sí en las que se guardan los instrumentos de pesca y, en ocasiones, se elabora en ellas vino de manera familiar. Dormitorios pequeños, una cocina y una sala en la parte delantera y un balcón en la fachada. El tipo de familia que habitaba en su interior se podía intuir debido a su material, si era de piedra, de madera o de hierro forjado. La mayoría de los hórreos están situados frente al mar y se han convertido en un símbolo del pueblo. Son una especie de almacén donde las familias guardaban sus alimentos y cosechas, en alto para que no les afectara la humedad del suelo ni entraran los animales. La mayoría de los que se conservan pertenecen a los siglos XVIII y XIX y es un espectáculo verlos. Fotos cedidas por: Turismo de Galicia