MADRID
Ponemos rumbo a la capital de España para conocer la historia que esconde el Real Monasterio de la Encarnación. ¡No te dejará indiferente!
Viajamos hasta Madrid para conocer la historia que esconde una de las edificaciones más sorprendentes que podemos encontrar en la capital de España. Estamos hablando, cómo no, del Real Monasterio de la Encarnación. Se trata de un espectacular convento de monjas agustinas recoletas.
Para conocer su origen, debemos viajar hasta el año 1611. Fue entonces cuando doña Margarita de Austria, mujer de Felipe III, fundó un convento de clausura para las monjas agustinas recoletas. Este Monasterio fue construido por nada más y nada menos que fray Alberto de la Madre de Dios (considerado como uno de los mejores arquitectos de la época), junto a Juan Gómez de Mora.
De estilo barroco madrileño, debemos tener en cuenta que está construido junto al Alcázar. Uno de los puntos fuertes de este Real Monasterio de la Encarnación lo encontramos en el interior. ¿A que nos referimos? A una sorprendente colección de arte, que va desde esculturas a pinturas que datan de la época comprendida entre los siglos XVII y XVIII.
Lejos de que todo quede ahí, no podemos dejar de mencionar algo realmente sorprendente. Y es que, en el Real Monasterio de la Encarnación, encontramos hasta 700 relicarios hechos de coral, marfil, bronce y maderas finas que procedían de diversos puntos de Europa.
En cuanto al exterior, la fachada presenta una influencia meramente herreriana. Cuenta con diversos elementos, como es el relieve de La Anunciación realizada en mármol, así como los escudos de la Reina Margarita de Austria. De este Real Monasterio de la Encarnación destaca la iglesia, de estilo barroco, que fue reformada por Ventura Rodríguez en 1761.
Ésta tiene una planta de cruz latina, una nave única y un claustro. Un año a destacar en la historia de esta edificación es 1836 ya que, debido a la histórica Desamortización de Mendizábal, el convento se vio gravemente afectado. Es más, en 1842, estas mojas fueron exclaustradas.
Entre las decisiones que se tomaron, una de las más contundentes fue demoler parte del convento. Eso sí, se pudieron mantener tanto la iglesia, como el claustro así como diversas habitaciones. No fue hasta 1844 cuando se decidió crear un proyecto para su reconstrucción, que no se inició hasta 1847. En ese momento, las monjas regresaron a esta edificación tras cinco años fuera de él.