ARAGÓN
Es el instante más que perfecto para que realices la conocida como Ruta del Santo Grial por la provincia de Huesca. Estamos seguros de que no te dejará indiferente.
Según señala la tradición, el Santo Grial permaneció custodiado en la provincia de Huesca durante varios siglos. Se dice que llegó en el año 258 d.C. a este territorio, cuando San Lorenzo recibió, por parte del Papa Sixto II, la misión de poner a buen recaudo ese Cáliz que tanto Jesús como el resto de sus apóstoles utilizaron en la Última Cena.
Al parecer, este Santo Grial viajó hasta Roma gracias a San Pedro, el primer Papa. San Lorenzo, que tan solo unos días después murió martirizado, envió este Cáliz a sus padres que vivían en Loret. En este lugar se encuentra, en la actualidad, la preciosa ermita de Loreto.
Este sería, según la tradición, el primer destino del cáliz. Esta ermita está situada a tan solo 3 kilómetros de Huesca capital por lo que puedes hacer este paseo en tan solo una hora y media, aproximadamente. Se dice que, para que se cumplan tus deseos, hay que coger una piedra al principio del camino y dejarlo en el monasterio.
Esta preciosa ruta continúa en la capital, en la Iglesia de San Pedro el Viejo donde en el año 533 se trasladó este Santo Grial. Esta edificación se construyó bajo las órdenes del Obispo Orencio para salvaguardar este objeto sagrado. Años más tarde, concretamente en el 711, el avance musulmán llegó a la ciudad aragonesa.
Es entonces cuando el obispo San Acisclo huyó al norte con el Santo Grial. La tradición asegura que esta copa se ocultó en la ermita de Yebra de Basa, en un hueco de una cueva. Además de que el acceso es muy complicado, durante gran parte del año está tapada por una cascada de agua.
La siguiente etapa tiene como protagonista el Monasterio de San Pedro de Siresa que, durante los años 815 y 831 albergó el Santo Grial. No se conserva la iglesia en su totalidad, pero sí merece la pena visitarla. El dominio musulmán, por aquel entonces, proseguía por lo que tenían que seguir protegiendo este sagrado objeto. Así pues, se refugiaron en una de las zonas más ocultas de los Pirineos: el valle de Borau, concretamente en la ermita de San Adrián de Sasabe.
Este monasterio, y luego iglesia, es de origen visigodo y es un lugar histórico. ¿La razón? Fue donde se creó, en el año 922, la primera diócesis aragonesa. La pista del cáliz se recupera en el año 1063 cuando, hasta 1071, permaneció en la espectacular catedral de Jaca. Estamos, sin lugar a dudas, ante uno de los templos más característicos del románico en España.
Dice la tradición que con el fin de otorgar protección al Santo Grial se construyó esta catedral, que se consagró a San Pedro. Tanto es así que el monarca Ramiro I realizó una donación de un total de trece pueblos, la misma cifra que comensales había en la Última Cena. En un sitio concreto de esta edificación, grabado a piedra, leemos ‘Sistus’ donde se hace alusión a la entrega del cáliz por parte del Papa Sixto II a San Lorenzo.
Llegamos a la última etapa del Santo Grial en la provincia de Huesca siendo, a su vez, la más larga. Y es que este objeto llegó al precioso Monasterio de San Juan de la Peña allá por el año 1076, permaneciendo en este lugar hasta 1399. Y es ahí donde se pierde la pista, aunque muchos son los que creen que desde este punto se trasladó a la Aljafería de Zaragoza hasta que, en el siglo XV, el rey Alfonso V de Aragón entregó este cáliz a Valencia. Lo cierto es que sigue siendo uno de los objetos más buscados de la historia más reciente.