Destinos a visitar al menos una vez en la vida
Todos hemos escuchado hablar alguna vez de las 7 maravillas del Mundo Antiguo, pero ¿sabrías nombrarlas? Os las presentamos a continuación; al menos, lo que nos ha quedado de ellas.
¿Quién no ha utilizado alguna vez la expresión “la octava maravilla del mundo”? Una de las frases más empleadas en todo el planeta tiene su explicación y justificación en nuestra propia historia. Parte, de acuerdo con la mayor parte de los textos históricos, desde el período helenístico (entendido desde el 321 a.C. hasta el 32 a.C.), cuando los helenos establecieron lo que se llamó con el tiempo “las 7 maravillas del Mundo Antiguo”. Siete obras arquitectónicas y escultóricas que merecían ser visitadas por su belleza e importancia, localizadas en su gran mayoría dentro del antiguo Imperio de Alejandro Magno.
A lo largo de la historia, ha habido cierta discordancia con respecto a estas siete maravillas, entre otras cosas porque su desaparición ha imposibilitado que los diferentes estudiosos constatasen por sí mismos esa belleza e importancia que le otorgaron los helenos. Sin embargo, en el siglo XVI el pintor Maerten van Heemskerck representó en sus lienzos las siete maravillas que se han aceptado desde entonces. La Gran Pirámide de Guiza, los Jardines Colgantes de Babilonia, El Templo de Artemisa, La Estatua de Zeus, la Tumba del Rey Mauslo, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandria forman parte de la lista.
La Gran Pirámide de Guiza es la principal obra de la que podemos hablar, pues a pesar de estar construida en torno al 2500 a.C. se ha conservado hasta nuestros días. Situada en las afueras de El Cairo, se necesitó más de 200 años para ser construida y su inmensidad, sus leyendas y su impresionante arquitectura siguen dejándonos hoy en día con la boca abierta.
Todo lo que sabemos de los Jardines Colgantes de Babilonia lo sabemos por historias y leyendas, pues desaparecieron en algún punto de la historia... Si es que llegaron a existir. Hay quien duda de ello. En cualquier caso, la historia los sitúa en Babilonia, actualmente Iraq, y se tratarían de unos imponentes jardines construidos junto al palacio real. Observados desde abajo y con su gran altura, daban la sensación de ser una gran escalinata suspendida en el aire y rebosante de flores.
De 114 metros de longitud y 54 de anchura, el Templo de Artemisa fue motivo de orgullo para su ciudad y para los implicados en su construcción. Y su reconstrucción, pues Alejandro Magno ordenó durante su reinado que reconstruyera una obra que había caído devorada por un incendio (supuestamente intencionado). Ubicado en Éfeso, Turquía, este templo estaba dedicado a Artemisa pero contaba también con representaciones de otras divinidades. Pueden visitarse sus ruinas, y aunque nunca podremos comprobar por nosotros mismos la magia del gran templo, sí podemos hacernos una idea de su inmensidad y de lo que significó hace siglos.
No ha quedado nada de la Estatua de Zeus, que alzó en el año 430 a.C. el gran escultor Fidias, en la ciudad de Olimpia, en un templo dedicado a esta gran divinidad. De 12 metros de altura, según ha trascendido, todo lo que tenemos de ella son representaciones de lo que alguna vez fue y la seguridad de que dominó durante muchos años los rezos y la vida de los habitantes de la ciudad. Fue destruida casi un siglo después, cuando se prohibieron las representaciones paganas.
Tampoco queda nada del gran Coloso de Rodas, una estatua cuyas dimensiones podrían dejar (un poco) pequeña a la Estatua de la Libertad. Medía unos 32 metros de alto, a lo que había que sumarle un pedestal que podría haber alcanzado los 20 metros. Fue levantada a comienzos del siglo III y se cree que fue derribada tan solo 70 años más tarde, a causa de un terremoto. Los restos del gran coloso permanecieron en el suelo casi un siglo, hasta que los árabes conquistaron Rodas y se los repartieron en Siria. Se cree que estuvo situada en el puerto de la ciudad, con una pierna en cada lado del puerto, demostrando el poder que tenía por entonces la ciudad.
De la Tumba del rey Mausolo nos queda una palabra: mausoleo, pues fue a partir de entonces cuando se acuñó el término que hoy en día empleamos para hablar de una construcción funeraria. Su construcción data del año 353 a.C. y podemos localizar su ubicación, aunque no el templo en sí, en Turquía. Cuenta la historia que fue idea de la reina Artemisa que, tras el fallecimiento de su marido Mausolo, quiso honrarle con un monumento de grandes dimensiones y riquezas, pues se consideraba que así sería feliz en otra vida. Al parecer, Alejandro Magno destruyó lo que el templo significó apenas 20 años después, cuando conquistó el territorio, aunque no fue hasta un siglo más tarde cuando desapareció por completo.
Por último, el Faro de Alejandría, una de las construcciones más populares. Levantada entre los años 285 y 247 a.C. en la isla de Faro, en Alejandría (actual Egipto). Se trataba de una gran torre que alcanzaba los 134 metros y que anunciaba a los navegantes, por medio de una gran fogata, la proximidad a tierra. Fue el primer gran faro del planeta, dio de hecho el nombre a estas construcciones, y quedó lamentablemente destruido por un terremoto en el siglo XIV.