Altamira y el arte rupestre
La Cueva de Altamira constituye uno de los ejemplos más importantes del mundo de arte paleolítico. Su descubrimiento supuso una auténtica revolución en el campo de la arqueología y prehistoria de principios del siglo XX.
La cueva de Altamira fue descubierta en 1868 por Modesto Cubillas, un humilde tejero, que se lo comunicó a Marcelino Sanz de Sautuola. Éste era aficionado a la paleontología y quedó asombrado hasta el punto de realizar un tratado sobre las pinturas.
Gracias a la curiosidad de Sautuola, y sobre todo a la de su hija, pues fue la pequeña María la que se adentró en la cueva y descubrió los bueyes, se pudo entender mejor al hombre Paleolítico.
No obstante, no fue nada fácil conseguir el reconocimiento de los expertos. De hecho, en torno a estas pinturas hubo una disputa que no se solucionó hasta años después de la muerte de Sautuola. Ya que nadie creía capaz al hombre paleolítico a elaborar pinturas de tal complejidad. Además, también se puso en duda su veracidad por el espléndido estado de conservación en que se encontraban, pues habían estado resguardadas en una cueva durante miles de años.
Fue necesario el descubrimiento de otras cuevas con pinturas rupestres del paleolítico en Francia por el gran Cartailhac, para que este publicase en 1902 La grotte d’Altamira, Espagne. "Mea culpa" d’un sceptique. En su famoso artículo rectificaba sobre sus dudas acerca de la autenticidad de las pinturas de Altamira. Para entonces, Sautuola llevaba 3 años fallecido.
Hay varios aspectos que hacen tan especiales a estas pinturas, lo primero la gran definición de los animales, la variedad de pigmentos que utilizan, el aprovechamiento los relieves de la roca para dar sensación de tres dimensiones; así como la utilización de pequeñas lámparas primitivas para poder alumbrarse mientras pintaban.
Otro aspecto a tener en cuenta, son las dimensiones de la cueva y la distribución de la misma. Pues podemos diferencias el vestíbulo, era la estancia habitual de los habitantes de la cueva; la Gran Sala, también conocida como Sala de los animales o Sala de los frescos, apodada por Déchelette la “Capilla Sixtina del Arte Cuaternario”; y por último están las salas adyacentes y corredores, aquí también hay manifestaciones artísticas rupestres.
El descubrimiento de la cueva y las posteriores excavaciones arqueológicas nos han permitido saber que se trataba de tribus cazadoras y recolectoras que usaban abrigos rocosos para refugiarse pero no el interior de la cueva. El interior actuaba como Sancta-Sanctorum. Esto lo han demostrado los restos de cenizas, huesos y piedras trabajadas. El interior quedaba reservado como espacio privado y no sabemos si pretendía representar divinidades o auspiciar la caza, ya que los animales representados habitaban la región.