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Turismo de aventura

Las rutas más peligrosas del mundo

Para los amantes del turismo y del riesgo, existen una serie de rutas que las personas no han dejado de recorrer a pesar de llevar el calificativo de “mortales” junto a sus nombres. He aquí algunas de las más peligrosas y asombrosas.

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Para enfrentarte a las rutas que os proponemos a continuación no solo hay que ser valiente: hay que amar el riesgo. Teniendo en cuenta que son muchas las personas que han sufrido accidentes en las que son consideradas las rutas más peligrosas del mundo, hay que saber valorar ese instante en el que el corazón se te acelera hasta límites insospechados.

Desde las ganas de probarse a sí mismo hasta la necesidad de adrenalina, pasando por las ganas de vivir una gran aventura, son muchas las razones que llevan a los viajeros a hacerle frente al peligro. Otra de ellas es llegar hasta los lugares menos transitados del mundo... que también son hermosos. ¿Preparados para descubrirlos?

Tenemos que comenzar nombrando la selva de El Amazonas, pues todos hemos escuchado hablar, en algún momento de nuestra vida, de los peligros que existen en la selva más conocida del planeta. Hasta hace unos años, explorarla todos sus rincones era impensable.

Nos quedamos en Perú para hablar del Machu Picchu, desde la cima del Huayna Picchu. Las vistas que nos regala la montaña son impresionantes pero recorrer el sendero que nos lleva a ella es, cuanto menos, peligroso. Las escaleras parecen estar construidas en vertical y el mal de altura es más traicionero de lo que parece.

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Al menos, no tiene un nombre tan aterrador como La carretera de la muerte, como así se conoce a la carretera que une La Paz y la región de Yungas, en la vecina Bolivia. A más de 4.000 metros de altura, esta carretera consta de unos 80 kilómetros de un solo carril (aunque de doble sentido) construido con arena y piedra. Es frecuentada para los amantes del riesgo pero resulta escalofriante que sean muchas las personas que deben recorrerla por obligación.

Uniendo Chile con Argentina encontramos la Ruta Caracol, nombre que entenderéis contemplando la fotografía que dejamos junto a estas líneas. No lo parece, pero la carretera gana altura con mucha rapidez y transitarla se hace más complicado con cada metro que asciendes. El paisaje, claro, es de una belleza única.

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Como también es único El laberinto del Parque Nacional Tierra de Cañones, en Utah (Estados Unidos). No ha sido creado por el hombre: todo es obra de la naturaleza. Supone un reto para sus visitantes y también un riesgo: además de la más que probable pérdida, te puedes enfrentar a altas temperaturas, ausencia de agua y grandes acantilados.

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En San Francisco, también Estados Unidos, encontramos el conocido Parque Nacional de Yosemite, donde se encuentra la roca partida. Se puede ascender a ella pues “solo” cuenta con 1500 metros de altura, pero los últimos pueden ser un auténtico infierno y necesitarás ayuda de cables. Es un terreno resbaladizo que puede llegar a poner muy nervioso a quienes se atreven con ello.

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Condiciones más extremas encontramos en la Autopista Dalton de Alaska, ideal si lo que quieres es descubrir terrenos inexplorados. Tiene más 666 kilómetros y muy, muy, muy pocos pueblos situados en torno a ella. Cuando el frío se cierne sobre ella es prácticamente intransitable, todo un reto.

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Otra carretera, la del Océano Atlántico de Noruega. Solo son 3 kilómetros, ¡pero qué 3 kilómetros! Atraviesa un pequeño archipiélago de la costa occidental del país y está considerada patrimonio cultural del país, por la cantidad de turistas que recibe al año. Consta de puentes, miradores y lugares turísticos que no la libran de la etiqueta de “peligro”.

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Seguimos en torno a las a veces violentas aguas de los océanos y el mar para llegar al Pasaje de Gois, en Francia, la carretera que aparece y desaparece. Se trata de un camino ubicado en un costado del mar que entraña bastantes peligros: desde las algas que nunca dejan libre el sendero hasta la propia subida de la marea, que te puede hacer desaparecer de un segundo a otro.

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Sobradamente conocido es El caminito del Rey, para algunos el más peligroso del mundo. Se encuentra en El Chorro, en Málaga, y es un desfiladero de 3 kilómetros situado a 100 metros de altura sobre un cañón. Hay tramos que no cuentan con más de un metro de anchura. Solo apto para los más valientes.

A más de 100 metros de altura se alza también el puente colgante de Trift, en los Alpes suizos. Las vistas a partir de éste son espectaculares pero pocos son capaces de aguantarlas. Mide unos 170 metros y hay que tener mucho cuidado con las corrientes de aire de la zona.

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Cuidado también con el viento en los acantilados de Moher, en Irlanda, uno de los lugares más hermosos del país. Es recomendable no abandonar las zonas de seguridad establecidas pero los más aventureros no suelen prestar atención a estas advertencias y ya ha habido más de un disgusto por aproximarse demasiado al Océano Atlántico. Hay quien decide aventurarse a esta ruta en bicicleta; en ese caso, ¡el doble de cuidado!

Viajamos ahora hasta Papúa Nueva Guinea para explorar uno de los territorios más inhóspitos del mundo: el Sendero de Kokoda. 96 kilómetros de selvas tropicales llenas de todo tipo de parásitos portadores de todo tipo de enfermedades. Este camino solo puede hacerse a pie y no hay nada en el territorio que pueda servir de refugio. Es uno de los senderos más peligrosos del mundo, habiendo sido recorrido por muy pocas personas en la historia.

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Nuestro viaje por las rutas más peligrosas del mundo concluye en China, en dos localizaciones diferentes. En primer lugar, el Túnel de Guoliang. Construido por los propios aldeanos, este túnel rodea de forma sinuosa las montañas de Taihang durante más de un kilómetro. Es muy estrecho y está lleno de curvas.

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Hay quien dice que ninguna de las rutas anteriores, ni siquiera el caminito del Rey, puede compararse a la Travesía de Hua Sahn, considera por muchos la ruta definitiva para los amantes del riesgo más extremo. Las llamadas Escaleras Celestiales conducen al Monte Hua Shan, situado a más de 7000 metros de altura.

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Se trata de una travesía sobre tablones de madera pegados al acantilado, lo único que te separa de una caída. La llegada, según dicen, merece la pena: además de la vista espectacular, en la cima se encuentra una casa de té que prepara las mejores infusiones del mundo.