La novela que rescata la historia de Anna Maria della Pietà, la violinista huérfana que eclipsó a Vivaldi
En La violinista, Harriet Constable cuenta cómo Antonio Vivaldi se aprovechó del talento de las niñas huérfanas del Ospedalle della Pietà de Venecia, donde compuso gran parte de sus piezas. Entre ellas estaba Anna Maria della Pietà.
Harriet Constable
Traducción: Lara Agnelli
Editorial: Planeta
Año de publicación original: 2024
La fría noche se cierne sobre el Gran Canal. Cerca del puente de Rialto, una muchacha trata de esconderse de miradas indiscretas. Oculta entre sus brazos, una criatura que se mece con el bamboleo apresurado de su madre.
Las dos se internan en el laberinto de callejuelas y puentecillos que forman los seis distritos de Venecia. La mujer llega a un edificio. Tiene un hueco al lado de la puerta de entrada. El bebé cabe perfectamente por ahí. Ella sabe que no va a poder darle una vida. La prostitución en la Venecia del siglo XVIII es lo que tiene.
Ella le mira con ternura y le susurra: "Sigue tu camino, dulce bebé. Y no olvides nunca que tu madre te quiso". Allí, en medio de un silencio amargo, sus caminos se separan. Ella regresa a la noche. Su hija cae por el hueco que hace sonar una campanita. Una monja la recoge al grito de "el primero del día". Ese orfanato será su casa a partir de ahora. Allí le darán un nombre: Anna Maria. Está destinada a grandes cosas.
Ha nacido una estrella
Dentro del Ospedale della Pietà, Anna Maria se convertirá en una gran estrella. Una de las más brillantes. Será conocida como Anna Maria del Violino, cuyo nombre refleja su extraordinaria habilidad con este instrumento.
En los hospicios venecianos de aquella época, las niñas cumplían tareas diarias como lavar, fregar, tejer o cocinar, pero también desarrollaban su talento musical con múltiples instrumentos o con su voz. Se las apodaba según su aptitud musical, y en el caso de Anna Maria, el violín sería su identidad y su legado.
Bajo la tutela del mismísimo Antonio Vivaldi, la destreza con el violín de Anna Maria acabó cautivando a todo aquel que la escuchaba.
La niña creció en este ambiente rodeada de música. Y ahora llega el girito que os hará quedaros con la boca abierta. Bajo la tutela del mismísimo Antonio Vivaldi, uno de los compositores más importantes de la época, su destreza con el violín acabó cautivando a todo aquel que la escuchaba.
Los visitantes extranjeros quedaban maravillados con su técnica. Hasta el mismísimo Vivaldi quedó tan impresionado que le dedicó varios conciertos, no solo para violín, sino también para la viola d’amore, un instrumento barroco cargado de emoción y sutileza muy parecido a la viola actual.
A la sombra de Vivaldi
Sin embargo, lo que comenzó como una relación de admiración entre maestro y alumna, se fue transformando. Harriet Constable, tras una amplia investigacción, teje una historia muy personal en la que Anna Maria, consciente de su brillante talento, se dio cuenta de que para Vivaldi no era más que un medio para alcanzar sus propios logros. No se sabe a ciencia cierta si compuso sus celebérrimas Cuatro Estaciones dentro de las cuatro paredes de la Pietà, pero lo que sí que se sabe que compuso muchas de sus mejores obras durante su estancia en el ospedale.
Que Vivaldi usase sin más a Anna Maria llevó a la muchacha a una gran desilusión. A pesar de todo, cuando el maestro dejó el orfanato, ella tomó las riendas como directora musical de la Pietà, consolidando su propio camino.
Parece que la historia ha querido ocultar sistemáticamente a mujeres excepcionales como Anna Maria
Con el tiempo, Anna Maria ofreció menos conciertos, pero jamás abandonó su pasión por el violín. Su nombre quedó grabado en la historia de Venecia como un ejemplo de genialidad, resistencia y amor por la música. A día de hoy, su legado sigue vivo, como uno de los símbolos más bellos del esplendor musical de su tiempo.
Este maravilloso relato se fue perdiendo en el tiempo por lo de siempre. Parece que la historia ha querido ocultar sistemáticamente a las mujeres excepcionales. Una de ellas fue Anna della Pietà. Ahora, con una mezcla de realidad y ficción, Harriet Constable saca a luz su vida y nos lleva de la mano para que presenciemos aquella época y la historia de una mujer que no solo fue una gran influencia para uno de los compositores más excepcionales de la historia de la música. Anna Maria fue mucho más allá. Fue una maestra. Una virtuosa.
Toda la vida buscando esta historia
Constable es periodista y descubrió esta historia tras leer un ensayo en el que se hablaba de unas huérfanas que vivieron en el siglo XVIII y que recibieron clases de música de Antonio Vivaldi. Inmediatamente se vio intrigada y atrapada. Harriet creció rodeada de música clásica. Fue la banda sonora de su infancia. ¿Cómo podía ser que nunca había oído hablar de esas niñas que parecían haber jugado un papel tan transcendental?
Durante la pandemia comenzó a investigar. Lo que empezó como curiosidad acabó transformándose en casi una obsesión que la llevó a descubrir que aquellas niñas tuvieron el acceso a una serie de oportunidades muy poco frecuentes en aquella época, como por ejemplo, haber aprendido música de la mano de uno de los maestros más importantes de la historia.
Pero, de entre todas ellas, destacaba una: Anna Maria della Pietà, la favorita de Vivaldi. En las críticas de aquellos lejanos años comparaban su talento al de su maestro. Semejante información casi vuelve loca de ilusión a Harriet Constable. Siempre había querido escribir un libro y había llegado el momento de cumplir su sueño. A partir de aquí construyó una historia en la que le echó imaginación para rellenar con ficción lo que los hechos de su investigación no pudieron comprobar.
Estamos ante una novela a caballo entre la realidad y la ficción que recrea la vida de un talento que el tiempo y la historia acallaron
Llegó incluso a vivir en Venecia durante un mes y escuchar Las cuatro estaciones en bucle para empaparse de aquel ambiente. Visitó el conservatorio, el antiguo hospicio (hoy hotel)... Vamos, que casi revivió los pasos de Anna uno por uno. El resultado es una novela histórica a caballo entre la realidad y la ficción que recrea la vida de un talento que el tiempo y la historia acallaron.
La historia es tremendamente entretenida y la relación entre Vivaldi y Anna es un motor que hace que las páginas vayan cayendo una tras otra casi sin que nos demos cuenta. Pero no solo eso. Esta novela es un viaje en el tiempo y Venecia una ciudad anclada en ese tiempo. Pasear por sus calles es un continuo paseo por el pasado. Es un gustazo que esos canales y esos ladrillos milenarios que conforman sus callejuelas y sus plazas alberguen historias tan fantásticas como esta.
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