Gonzalo Celorio | Fotografía de Daniel Mordzinski / Editorial Tusquets

El respetado profesor universitario que escuchaba música guapachosa en antros: así es el flamante Premio Cervantes

Ese montón de espejos rotos son las memorias deslavazadas del flamante Premio Cervantes, el mexicano Gonzalo Celorio. Una sucesión de recuerdos públicos y privados de una vida dedicada por entero a la literatura.

 |   | 25/12/2025

Gonzalo Celorio

Editorial: Tusquets

Año de publicación de original: 2025

Es una suerte amar las palabras, disfrutar de la literatura como si fuera el mayor placer terrenal jamás inventado. Esa delicia de adentrarte no ya solo en otros mundos y nuevos paisajes, sino ser testigo de las mentes de hombres y mujeres que han habitado la Tierra a lo largo de los siglos. Compartir sus pensamientos, sus emociones, sus miedos y anhelos.

Esa enfermedad agarró a Gonzalo Celorio desde bien joven. Influido por un padre jubilado —pantuflas, bata, boina y periódico en sillón orejero— que adoraba la literatura, el joven escritor se adentró pronto en el camino de los libros. Es más, en cuanto aprendió a leer su obsesión por descifrar todas las letras que aparecían en su camino llevó a su hermano mayor, que le llevaba a la escuela, a inventarse un juego por el que Gonzalo caminaba con los ojos cerrados.

Sus años de actor, interpretando obras clásicas, le sirvieron para ampliar su devoción a las artes escénicas

Ya en la preparatoria a la universidad, Celorio se enamoró del teatro y se empapó de Shakespare y Eurípides, entre otros. Sus años de actor, interpretando obras clásicas, le sirvieron para ampliar su devoción a las artes escénicas y a la cultura en general. Algo que le sirvió después, cuando empezó a ocupar cargos de gestor cultural.

Luego llegó Cortázar y le cambió la manera de entender la vida. Su Rayuela no solo modificó la estructura clásica de la novela, llevándola a otro nivel, sino que les empujó a una moral más abierta, a vivir en un París soñado, irreal. a dejarse guiar por sus propios sueños.

Un crisol de recuerdos

Decía Borges que la memoria no era más que un montón de espejos rotos. Una sucesión fragmentada de recuerdos que, muchas veces, no responde a la realidad, sino que al rememorarlos y escribirlos los modificamos y convertimos en relato. Un conjunto de imágenes que, agrupadas, pueden llegar a convertirse en lo que uno fue un día.

Siguiendo una estructura zigzagueante, como el propio Celorio apunta en el prólogo, el libro salta con facilidad de la infancia a la vejez, de sus años universitarios a sus experiencias como miembro de la Academia de la Lengua mexicana. Salta incluso de lo privado y poco conocido a pasajes públicos, actos, conferencias y clases que han llenado el alma del escritor.

Sus compañeros en la universidad no intuían que aquel profesor bailaba cada noche al ritmo de la rumba

Así podemos ser testigos de sus visitas nocturnas al Bar León, un antro de "música guapachosa", como el propio Celorio apunta, donde los parroquianos, que le conocían bien, no podían ni sospechar que aquel hombre de frente despejada y espeso bigote fuese en realidad un respetado profesor de literatura española, especializado en los escritores españoles exiliados en México.

Del mismo modo, sus compañeros en la Universidad Autónoma de México no intuían que aquel profesor bailaba cada noche al ritmo de la rumba, los boleros y demás piezas de una cohorte de músicos cuyas vidas inspiraban al autor. Allí hizo amigos de noche, de esos que por muy borracho que uno esté, no se olvidan jamás.

Premio Cervantes 2025

El pecho de Gonzalo Celorio está repleto de medallas, por mucho que el reconocimiento a su obra sea mucho más extenso en América que en España. Celorio es catedrático de la Autónoma de México y director de la Academia de la Lengua Mexicana desde 2019.

A principios de noviembre, el Ministerio de Cultura español anunció que Gonzalo Celorio era merecedor del galardón más prestigioso de las letras en castellano, el Premio Cervantes. Hubo quien se encogió de hombros y siguió con su vida, ignorando quién era aquel mexicano que tan alta distinción había conseguido.

'Ese montón de espejos rotos' no es una puerta de entrada a su literatura, sino a la persona que está detrás

Para conocer la obra de Celorio es perfecta la trilogía Una familia ejemplar, titulada con bastante ironía, que le dedicó a su árbol genealógico, formada por Tres lindas cubanas, El metal y la escoriay Los apóstatas. Y los ensayos Cánones subversivos o México, ciudad de papel.

Bien, Ese montón de espejos rotos no es una puerta de entrada a su literatura, sino a la persona que estaba detrás. Un tipo único, enamorado de las palabras, lleno de talento y con una sagacidad y una capacidad única para relatar lo que fue, lo que quizás pasó y lo que solo es producto de su imaginación.

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