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Los nuevos medicamentos contra la obesidad, un cambio de paradigma para una epidemia global

Una caja de Ozempic, a 2 de noviembre de 2023, en Madrid (España). | Ricardo Rubio / Europa Press
  Madrid | 17/01/2025

"Los nuevos medicamentos no son una solución mágica. Para lograr un manejo efectivo de la obesidad, es crucial combinarlos con intervenciones nutricionales, actividad física y apoyo psicológico"...

La obesidad se ha convertido en una de las principales preocupaciones de salud pública en el siglo XXI. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prevalencia de la obesidad casi se ha triplicado desde 1975. Hoy, afecta a más de 650 millones de adultos en todo el mundo, y sus complicaciones, como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer, representan una carga sanitaria y económica significativa. En este contexto, los nuevos medicamentos contra la obesidad han surgido como una herramienta prometedora, ofreciendo alternativas que complementan la dieta, el ejercicio y las intervenciones quirúrgicas. Pero, ¿cómo están impactando realmente estos tratamientos?

Obesidad: más que una cuestión de voluntad

Antes de profundizar en los medicamentos, es esencial entender que la obesidad no es simplemente el resultado de "comer mucho y moverse poco". Factores genéticos, hormonales, metabólicos, psicológicos y sociales contribuyen a su desarrollo. Por ejemplo, desequilibrios en las hormonas del apetito, como la grelina y la leptina, pueden hacer que algunas personas sientan más hambre o menos saciedad. A esto se suma el entorno obesogénico: la disponibilidad de alimentos ultraprocesados ricos en calorías y la falta de espacios para la actividad física.

Este enfoque integral es crucial para combatir la estigmatización de las personas con obesidad y reconocer la necesidad de intervenciones médicas que vayan más allá de los cambios en el estilo de vida.

Los nuevos medicamentos: ¿qué los hace diferentes?

En los últimos años, se han desarrollado medicamentos innovadores que han revolucionado el manejo de la obesidad. Entre ellos destacan los análogos del péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1), como el semaglutida y el tirzepatida. Estos fármacos, inicialmente diseñados para tratar la diabetes tipo 2, han demostrado ser altamente efectivos para la pérdida de peso.

Los análogos de GLP-1 actúan imitando una hormona natural que regula el apetito y la glucosa en sangre. Al unirse a los receptores de GLP-1 en el cerebro, estos medicamentos disminuyen el hambre, aumentan la sensación de saciedad y ralentizan el vaciado gástrico, lo que lleva a una menor ingesta calórica. Estudios clínicos han mostrado reducciones de peso significativas, en algunos casos superiores al 15-20% del peso corporal inicial, acercándose a los resultados obtenidos con la cirugía bariátrica.

Beneficios más allá de la pérdida de peso

Los efectos positivos de estos medicamentos no se limitan a la báscula. La pérdida de peso lograda con análogos de GLP-1 se asocia con mejoras en múltiples aspectos de la salud:

  • Mejor control de la diabetes tipo 2: al mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir los niveles de glucosa en sangre, estos fármacos son especialmente útiles para personas con obesidad y diabetes.
  • Reducción del riesgo cardiovascular: la pérdida de peso y el efecto directo de los análogos de GLP-1 sobre el sistema cardiovascular pueden disminuir la presión arterial, reducir los niveles de colesterol LDL y prevenir eventos como infartos o accidentes cerebrovasculares.
  • Mejor calidad de vida: al reducir el peso y las comorbilidades asociadas, las personas reportan menos limitaciones físicas, menos dolor y mejoras en su salud mental.
  • Protección renal: algunos estudios sugieren que los medicamentos como la semaglutida podrían tener efectos protectores sobre la función renal, especialmente en pacientes con diabetes.

Desafíos y limitaciones

A pesar de su eficacia, estos tratamientos no están exentos de desafíos:

  • Costo: los nuevos medicamentos contra la obesidad suelen ser caros y, en muchos casos, no están cubiertos por los sistemas de salud o los seguros privados. Esto limita su acceso para muchas personas, especialmente en países de bajos ingresos.
  • Efectos secundarios: aunque bien tolerados por la mayoría, algunos pacientes experimentan náuseas, vómitos, diarrea o estreñimiento al comenzar el tratamiento. Estos efectos suelen mejorar con el tiempo, pero pueden ser una barrera para la adherencia.
  • Dependencia a largo plazo: dado que estos medicamentos no "curan" la obesidad, el peso perdido tiende a recuperarse si se suspenden. Esto plantea preguntas sobre su uso prolongado y la necesidad de una estrategia sostenible a largo plazo.
  • Aspectos éticos: la creciente disponibilidad de estos tratamientos plantea debates sobre el acceso equitativo y el riesgo de medicalizar un problema que también tiene raíces sociales y culturales.

El impacto en la percepción de la obesidad

Uno de los cambios más significativos que trae consigo esta nueva generación de medicamentos es la transformación en cómo percibimos y abordamos la obesidad. Históricamente, se ha culpado a las personas con obesidad por su condición, ignorando factores biológicos y sistémicos. La llegada de estos fármacos refuerza la idea de que la obesidad es una enfermedad crónica que requiere un enfoque médico integral, al igual que la hipertensión o la diabetes.

Además, la eficacia de estos medicamentos está impulsando un mayor interés en la investigación sobre la obesidad y fomentando el desarrollo de nuevas terapias. Esto podría acelerar la innovación en el tratamiento de esta enfermedad, beneficiando a millones de personas en todo el mundo.

El papel de los profesionales de la salud

Los nuevos medicamentos no son una solución mágica. Para lograr un manejo efectivo de la obesidad, es crucial combinarlos con intervenciones nutricionales, actividad física y apoyo psicológico. Aquí es donde los profesionales de la salud, incluidos los nutricionistas, jugamos un papel central.

Como nutricionista, es importante educar a los pacientes sobre el papel de estos fármacos, explicar sus beneficios y limitaciones, y ayudarles a establecer un plan de alimentación y estilo de vida que maximice los resultados. La combinación de estrategias personalizadas con el apoyo farmacológico puede marcar una diferencia significativa en la vida de las personas con obesidad.