CADA VEZ MÁS COCHES AUTOMÁTICOS
Los cambios automáticos han evolucionado mucho en los últimos años, con múltiples ventajas pero también algún que otro inconveniente...¿qué sucede si se queda sin batería y tienes que arrancarlo?
En los últimos años los cambios automáticos en los coches han evolucionado de manera drástica, ganando una popularidad cada vez mayor en el mercado. Esto se debe en gran medida a los avances en tecnología que han permitido mejorar su eficiencia, suavidad y respuesta, permitiendo mejorar el consumo de combustible, lo que los hace comparables, e incluso en algunos casos superiores, a los de cambio manual. Además, la experiencia de conducción es más cómoda, ya que el conductor no necesita estar cambiando constantemente de marcha, lo que es especialmente útil en entornos urbanos con tráfico denso.
Estos tipos de transmisiones también se están volviendo comunes en vehículos híbridos y eléctricos, donde el cambio automático resulta fundamental para gestionar la energía entre el motor de combustión interna y el motor eléctrico.
A medida que los conductores buscan cada vez más comodidad y facilidad de uso, los vehículos con cambio automático han ganado terreno. En muchos mercados, especialmente en Estados Unidos, China y Europa, ya superan en ventas a los vehículos de cambio manual. Además, los fabricantes de automóviles se están centrando en mejorar el rendimiento de estos sistemas para atraer a conductores que tradicionalmente preferían el control de un cambio manual.
A pesar de su popularidad, los coches con transmisión automática no están exentos de inconvenientes. Uno de los problemas más conocidos es que, en caso de que la batería del coche se quede sin carga, no es posible arrancar el vehículo "a empujón", como se puede hacer con los coches de cambio manual.
El motivo principal es que las transmisiones automáticas están diseñadas para funcionar sólo cuando el motor está en marcha y hay presión hidráulica para mover los engranajes. En un coche con transmisión manual, el arranque a empujón es posible porque el conductor puede poner el coche en una marcha baja y, al empujarlo, el giro de las ruedas genera la energía necesaria para encender el motor. En cambio, en los automáticos, el convertidor de par o el sistema de embrague no empieza a funcionar hasta que el motor está encendido, lo que hace imposible este tipo de arranque sin batería.
Otra desventaja es que los coches automáticos suelen ser más complejos y costosos de reparar en caso de fallo mecánico, ya que sus sistemas son más avanzados y requieren componentes especializados. Además, aunque la brecha se ha reducido, los coches automáticos pueden ser ligeramente más caros que sus contrapartes manuales, tanto en el precio inicial como en el mantenimiento.