LOS PELIGROS DE LA VELOCIDAD
La DGT recuerda los peligros de circular a alta velocidad con una gráfica muy clara.
La carretera conlleva una serie de peligros que no siempre están a nuestro alcance, pero podemos reducir su impacto si tenemos una actitud prudente y adecuada. Es por ello que respetar la velocidad máxima de la vía resulta crucial para poder no solo un contexto adecuado y seguro en la vía, sino también por nuestro propio bien. Y es que la DGT recuerda que sufrir un accidente a más de 120 km/h puede equivaler, como mínimo, a una caída libre a 80 metros de altura.
Debemos tener en cuenta los principios de la física, el peso del vehículo y la velocidad a la que se circula, pero conducir a gran velocidad y sufrir un accidente es sinónimo de graves consecuencias. Esto se debe al hecho de que un cuerpo en movimiento pase a cero de repente supone un fuerte y contundente golpe.
Concretamente, llevar una velocidad adecuada supone evitar una cuarta parte de los fallecidos en siniestros viales. Esto no solo es por los ocupantes de un vehículo y otros usuarios de la vía, sino también por los propios peatones. Y es que, a partir de 80 km/h, es prácticamente imposible que un viandante se salve de un atropello, siendo ya el riesgo de fallecimiento de un 90% en caso de que se produzca a 50 km/h.
Si extrapolamos los excesos de velocidad a la autopista, donde la velocidad máxima es de 120 km/h, debemos tener en cuenta que ya se necesita una distancia superior a un campo de fútbol para detenerse por completo. Ahora, si eso lo llevamos a la ilegalidad nos encontramos con un resultado devastador.
Y es que, cuando se sufre un accidente a una determinada velocidad contra un objeto rígido, la fuerza de este choque puede “traducirse” a una caída desde una altura considerable, como la de un edificio. A 120 km/h el golpe equivale a una cáida desde 57 metros de altura; a 139 km/h a 76 metros; a 153 km/h a 92 metros y a 172 km/h a 117 metros.
Esas caídas se aceleran teniendo en cuenta el peso del objeto y la velocidad que adquiera durante la propia caída. En caso de un impacto directo contra un objeto, la velocidad pasa inmediatamente a cero, llevando toda la energía de ese golpe al habitáculo en cuestión de segundos.