DE REDUCIR EMISIONES, A REDUCIR TUS AHORROS
Los motores turbodiésel han sido claramente demonizados sin sentido, pues no contaminan más que un gasolina. Mucho menos desde que usan el sistema de AdBlue, un invento que reduce las emisiones de óxido de nitrógeno directamente en el tubo de escape, antes de salir al exterior. El problema es que este sistema, a poco que no se haga el mantenimiento o no se respete las temperaturas de funcionamiento, suele tener averías
A finales de los años 90, el motor estrella en todos los concesionarios era, sin lugar a dudas, el turbodiésel. La tecnología había entrado en un estado de evolución imparable y, con cada lanzamiento, se ganaban prestaciones, suavidad de funcionamiento y se bajaban consumos. Era una carrera contrarreloj y aquellos que no tenían motores diésel en el catálogo, estaban condenados a sufrir bajas ventas.
Los motores turbodiésel evolucionaron al mismo tiempo que las normativas de emisiones y se vieron atrapados entre la espada y la pared. Había que reducir las emisiones, pero sacrificar prestaciones era inaceptable, había que encontrar algo que ayudara a eliminar gases contaminantes. Y ese algo fue la inyección de AdBlue. Con este sistema, los motores diésel se volvieron extremadamente limpios –todo lo limpio que puede ser algo que quema combustible fósil–, pero también se volvieron un poco más complejos y comenzaron a verse atacados por averías.
El tema es que no eran averías procedentes del propulsor, los motores diésel son muy, muy duros y aguantan casi cualquier cosa. Los problemas llegaron del sistema AdBlue. Aquello que nació para potenciar el uso del motor diésel, empezó a ser un inconveniente.
¿Qué es AdBlue? Es un líquido basado en urea y agua destilada, que se inyecta en el sistema de escape para reducir las emisiones de óxidos de nitrógeno. En teoría, el funcionamiento es sencillo. Cuando los humos procedentes de la combustión del gasóleo son expulsados al exterior por el tubo de escape, se inyecta AdBlue para que, por el camino, elimine una gran cantidad de óxidos de nitrógeno. Y funciona, las emisiones se reducen notablemente y el gasto en el líquido es reducido, pues un depósito dura varios miles de kilómetros.
El problema del AdBlue se viene, entre otras cosas, por los cambios de temperatura. Como todo en el automóvil, o casi todo, el líquido necesita alcanzar una elevada temperatura para hacer su trabajo. Con climas muy fríos, la temperatura tarda en llegar y si circulamos mucho por ciudad en trayectos cortos, los más habituales, cuesta que la temperatura de funcionamiento sea elevada –como ocurre con el filtro de partículas, por ejemplo–.
Al no alcanzar la temperatura óptima de funcionamiento, el AdBlue se cristaliza y obstruye conductos, el inyector que introduce el líquido en el escape, llena el depósito de posos, obstruye la bomba…
La reparación de la avería podría ser muy barata, pues valdría con una limpieza del circuito y del inyector, o bien, podría ser muy cara al tener que cambiar componentes del sistema. Y cuando decimos “muy cara”, es porque podría superar los 2.000 euros.
En principio, seguir los pasos que indica el libro de mantenimiento debería ser suficiente para evitar cualquier problema, pero nunca se está totalmente libre de fallos. Revisar el sistema, por ejemplo, con cada cambio de AdBllue también ayuda a su buen funcionamiento.