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Un estudio de Stanford

¿Por qué no te escuchan tus hijos adolescentes? La respuesta está en su cerebro

Un estudio de la universidad estadounidense evidencia que, a partir de los 13 años, la atención del cerebro pasa de las voces conocidas (madres y padres) a las menos conocidas, incluidos sus amigos.

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¿Tiene un hijo o hija adolescente y cree que le ignora cuando le habla, al pedirle que recoja la habitación o saque la basura? Sí, lo hace, pero la ciencia tiene una explicación.

Según un estudio de la Universidad de Stanford (California, EE.UU.), a partir de los 13 años se producen procesos neurológicos por los que el cerebro deja de prestar atención a la voz de su madre para centrarse en otras menos conocidas. Los niños pasan de la admiración absoluta a su madre a dejarlas en un segundo plano, tal y como ha podido comprobar esta cadena con varios testimonios recogidos.

Incluso los propios jóvenes lo reconocen. "Yo sí hago caso a mis padres... pero lo hago a la quinta vez", reconoce Hugo, uno de los alumnos del colegio bilingüe Khalil Gibran, de Fuenlabrada (Madrid).

Lo explica Daniel Abrams, profesor clínico asociado de Psiquiatría en la universidad californiana y uno de los autores del artículo publicado en Journal of Neuroscience: "Al escuchar la voz de su madre, en los niños pequeños estas partes del cerebro muestran mayor actividad. Para los adolescentes, estas partes del cerebro muestran mayor actividad con las voces desconocidas". Y mientras lo explica, muestra las resonancias magnéticas que evidencian que las mismas zonas que a una edad se activan con la voz de la madre, reaccionan a otras con la edad. A las de desconocidos o las de sus amigos antes que a los de sus progenitores.

Y no depende de si lo hacemos bien o mal a la hora de criarlos. "Cuando se produce una situación emocional no miramos a nuestros padres para que nos den la aprobación, miramos más a nuestros amigos", explica el neurocientífico y antropólogo Mario Fernández.

Sí, también existe la sordera selectiva, pero lo fundamental es que la adolescencia conlleva numerosos cambios físicos y sobre todo neurológicos que son perfectamente normales y para los que estamos programados. Pero son etapas, como le recuerda Hugo a su madre intentando tranquilizarla: "Cuando salga yo de esta etapa que estoy muy tonto y muy vacilón...".

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