Nueva investigación

Acusan a Rusia de estar detrás del 'síndrome de La Habana' que ha incapacitado a agentes y diplomáticos de EEUU

La historia tiene todos los ingredientes de espías: una misteriosa enfermedad que afecta a miembros de la CIA, del FBI, funcionarios del gobierno de Estados Unidos y sus familias por todo el mundo. Lo llaman 'síndrome de La Habana' porque fue allí donde se detectaron los primeros casos.

Lo más cercano a una confirmación oficial que arroja una nueva investigación multinacional —disidentes rusos, periodistas alemanes y medios e investigadores estadounidenses— sobre la misteriosa afección que ha dejado 'fuera de combate' a decenas de miembros de cuerpos de inteligencia y diplomáticos son las declaraciones de Greg Edgreen, un 'detective' militar de Estados Unidos. "Sí, estamos siendo atacados por Rusia", ha declarado al veterano programa 60 Minutes de la CBS. Autor, junto a The Insider y Der Spiegel, de este informe, "culmen a cinco años de trabajo".

Según explican los afectados, entre los que hay incluso personal de la Casa Blanca, "todo empezó con una sensación muy punzante en el oído", "como si te pincharan con un lápiz afilado", luego "el dolor llegó hasta el pecho" y en algún caso "la batería del móvil comenzó a recalentarse hasta reventar". Muchos, perdieron el equilibrio y se les han quedado importantes secuelas mentales y nerviosas a largo plazo. El nexo común, sabemos ahora, según el abogado de decenas de ellos, es que "todos habían estado trabajando en algo relacionado con Rusia". El 'síndrome de La Habana' se llama así porque fue allí donde se detectó el primer caso en 2016, aunque el nuevo informe sugiere que los primeros casos pueden haber ocurrido en Alemania dos años antes.

Hay más de 1.000 informes sobre esta misteriosa dolencia, y decenas de casos todavía se consideran oficialmente inexplicables. Pero Estados Unidos sí ha aprobado leyes destinadas a apoyar a las víctimas.

¿Pruebas de una nueva arma de alta tecnología?

El embrollo de esta supuesta nueva "arma de descarga de energía" ultrasónico-electromagnética habría empezado a desmadejarse con casos como el de una agente de élite del FBI, al que este reportaje llama Carrie. Había estado investigando a supuestos espías rusos, como Vitali Kovalev, ingeniero militar sospechosamente reconvertido en chef en Nueva York o Washington. Que llegó a aparecer en programas de cocina y al que, tras una persecución policial a toda velocidad tras saltarse un control, le incautaron una especie de walkie-talkie capaz de borrar computadoras a distancia. "Estudió radioelectrónica en un Instituto del Ejército, particularmente para aplicaciones militares y armamentísticas", señala el investigador de The Insider (que fue, por ejemplo, quien descubrió a los envenenadores del primer intento de asesinato del opositor ruso Alexéi Navalni, recientemente fallecido en prisión). The Insider es un medio afín a la disidencia rusa.

Ese dispositivo sería la base (o un ejemplo) de este nuevo tipo de arma no letal pero incapacitante. Desarrollada, según documentos aportados en este programa, por una unidad secreta de la Inteligencia militar rusa, la 29155, presente en todos los países en los que se han denunciado casos. "Están probándola y refinándola con nosotros como cobayas", asegura la agente 'Carrie'.

Polémica servida: ¿encubrimiento de una guerra soterrada con Rusia?

Otra supuesta prueba de la conexión rusa sería que el hijo de uno de los comandantes de la 29155 habría estado cerca de otros "ataques". Una de las víctimas, esposa de un diplomático, le ha reconocido durante la emisión como el hombre que vio fuera de su casa en aquél momento. El objetivo, apunta el 'detective' Edgreen: "Neutralizar a decenas de cargos, todos de un cierto alto rango". Y aunque la postura oficial del Pentágono sigue siendo que "es improbable que un enemigo extranjero sea responsable", dicen estos investigadores que es porque Estados Unidos no quiere admitir que hay una guerra abierta con Rusia.

El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, defiende que "no hay ninguna prueba convincente de estas acusaciones infundadas". Hasta senadores republicanos aliados de Trump ponen en duda todo este reportaje y aseguran que "parece que muchos periodistas han perdido la cabeza". La polémica, junto a la preocupación, está servida.

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