LE ASESINARON A SANGRE FRÍA
Cadena perpetua para los islamistas que asesinaron a soldado inglés Rigby
Los dos islamistas británicos que el 22 de mayo de 2013 asesinaron a sangre fría en Londres al soldado inglés Lee Rigby fueron condenados a cadena perpetua, en un caso que ha convulsionado al Reino Unido.
Ante una gran expectación mediática y en presencia de la familia de la víctima, el juez del tribunal penal londinense de Old Bailey Nigel Sweeney impuso una pena de prisión de por vida no revisable para Michael Adebolajo, de 29 años, mientras para Michael Adebowale, de 22, dictaminó cadena perpetua revisable en 45 años.
Adebolajo y Adebowale, británicos de origen nigeriano convertidos al islám, atropellaron y posteriormente remataron a cuchilladas a Rigby, de 25 años, a plena luz del día cuando este volvía a su cuartel en el barrio de Woolwich. Adebolajo, considerado el líder por el juez, fue grabado por transeúntes justificando el crimen como venganza por la muerte de musulmanes inocentes a manos de las tropas británicas en países como Irak y Afganistán.
"No es exagerado afirmar que lo que hicisteis resultó en un baño de sangre"
En el caso del más joven de los procesados, el magistrado indicó que "no era apropiado" encarcelarlo de por vida, entre un debate en el Reino Unido sobre la legitimidad de aplicar cadenas perpetuas sin posibilidad de redención.
Al pronunciar su dictamen, Sweeney dijo que los acusados, que durante el juicio se describieron como "soldados de Alá", cometieron un crimen "bárbaro" y "una carnicería" con la víctima, en un intento de decapitarle, y calificó su conducta de "repugnante y despiadada". "No es exagerado afirmar que lo que hicisteis resultó en un baño de sangre, glorificasteis lo que hicisteis", señaló el juez, que subrayó que los asesinos no habían mostrado "remordimiento".
Cuando el juez pronunciaba su veredicto, Adebolajo y Adebowale se levantaron del banquillo proclamando "Alá es grande", antes de ser reducidos y sacados de la sala por nueve guardias de seguridad.
Mientras tanto, a las puertas del tribunal se congregaban decenas de simpatizantes del ultraderechista Partido Nacional Británico (BNP, en sus siglas en inglés), que pidieron en pancartas "la horca para los asesinos de Lee Rigby".
Los familiares de la víctima, todos vestidos con camisetas con el lema "Justicia para Lee", estuvieron presentes en la sala y, antes del dictamen, tuvieron oportunidad de exponer el trauma que para ellos supuso la muerte de su ser querido.
La viuda del soldado, Rebecca Rigby, subrayó que el hijo de los dos crecerá "viendo imágenes de su padre que ningún hijo debería tener que soportar". "Cuando despides a alguien que se va a Afganistán, aceptas que existe la posibilidad de que no lo vuelvas a ver. Pero no esperas esto dentro del Reino Unido", aseguró, al explicar su consternación por el asesinato del joven, oriundo de Manchester (norte de Inglaterra).
Durante la sesión de hoy, que se prolongó varias horas, los abogados de los procesados expusieron circunstancias que podían ser atenuantes y pidieron que no se les impusiera la cadena perpetua no revisable, sino una pena larga que pudiera reexaminarse en un mínimo determinado de años.
El representante legal de Adebolajo argumentó que, aunque la matanza del militar "fue un crimen que conmocionó a la nación (...), la cadena perpetua (no revisable) nunca está justificada" y crearía "un mártir".
El islamista "pretendía morir (en el acto) y continúa pensando que debería dársele muerte", resaltó. Por su parte, el abogado de Adebowale sostuvo que sería "inhumano, al extinguir toda esperanza de liberación", imponer una pena de prisión de por vida sin redención a su cliente de 22 años, cuya sentencia podrá ser finalmente revisada dentro de 45 años.
Durante el juicio, los acusados no negaron su participación en el sangriento ataque, pero sí se declararon inocentes de los cargos, con el argumento de que actuaron en defensa del islám.
Lee Rigby era miembro del segundo batallón del Real Regimiento de Fusileros británico y había servido en Chipre, Alemania y Afganistán antes de ser destinado al cuartel de Woolwich, al que volvía el día de su muerte tras finalizar su jornada laboral en la Torre de Londres.
Su arbitrario asesinato en una concurrida calle del sureste de la capital conmocionó al Reino Unido y, aunque fue condenado por los principales grupos religiosos, desató una oleada de ataques a mezquitas y contra musulmanes.