YA HAN APARECIDO CINCO CUERPOS

Las llamaron "fieras humanas" y las ataron con alambre: buscan a las 16 rosas de Zufre fusiladas por el franquismo

Las 16 rosas de Zufre fueron víctimas de los fusilamientos franquistas. En una fosa de un cementerio de Huelva han aparecido restos que podrían ser los suyos. Las ataron con alambres, las llamaron "fieras humanas" por ser republicanas y las mataron.

Amontonados, unos sobre otros, empiezan a aparecer los cuerpos en el cementerio de Higuera de la Sierra (Huelva). "Aquí estamos ante el cuerpo de una persona que está de cúbito lateral", describe la arqueóloga Elena Vera.

Remedios, Encarnación, Amadora… 16 mujeres fusiladas el 4 de noviembre de 1937 a pocos kilómetros de aquí. La búsqueda de sus restos comenzó en julio y se han hecho ocho catas.

María José Silvente espera encontrar aquí a Modesta, su tía abuela, fusilada (como el resto) sin juicio ni delito. "Sé que sacaron un camión con mujeres, las trajeron aquí a Higuera, las fusilaron y ya no sé más nada", relata la sobrina nieta de una de las 16 rosas de Zufre.

Decían de ellas que eran socialistas y sindicalistas, unas "fieras humanas" según sus verdugos. Todo por "querer hacer cosas de hombres, querer tener una representatividad política y sindical", según explica Miguel Ángel Melero, doctor en Historia. "Esto realmente fue lo que hizo que estas mujeres fueran asesinadas, aunque en algunos casos era suficiente con ser 'mujer de', 'hija de' o 'hermana de'", indica.

Han pasado más de 80 años y en las puertas del cementerio de Higuera (Huelva) hay todavía marcas de los proyectiles que se dispararon aquel día para asesinar a estas mujeres.

Los arqueólogos han podido recuperar ya cinco cuerpos, todos con signos de violencia. "Hemos encontrado algún cuerpo que presentaba ataduras con alambre, con cables eléctricos", explica la arqueóloga Elena Vera.

Lala Mallofret tenía cuatro años cuando ocurrió. Su tío iba en el mismo camión que las 16 rosas. "Con las culatas los soldados les daban y alguna iba ensangrentando, porque las ponían en fila para matarlas y no querían salir del camión", recuerda.

Por su parte, el equipo de arqueólogos que trabaja en esta fosa se afana en saldar 80 años después la deuda de un pueblo que quedó huérfano y en silencio. "Es una satisfacción que alguien pueda decir por lo menos 'he encontrado a mi familiar y lo voy a enterrar como yo quiero'", afirma Vera.

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