Cabos sueltos
Crimen de los marqueses de Urquijo: las claves de un caso sin resolver
La desaparición de algunas pruebas, varias irregularidades y las incoherencias sobre el presunto suicidio del principal condenado hacen que, más de cuarenta años después, el asesinato de los marqueses de Urquijo siga despertando sospechas.
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El 1 de agosto de 1980, un crimen conmocionó a la sociedad española: los marqueses de Urquijo fueron asesinados en su casa de Somosaguas. Esta noche, laSexta emite el primer capítulo de una serie de tres del documental sobre uno de los casos más mediáticos de nuestro país. Manuel de la Sierra y Torres fue encontrado en su habitación con un tiro en la nuca y la marquesa, María Lourdes de Urquijo y Morenés en el pasillo, con dos disparos. Según la hipótesis de la policía escuchó el ruido en la habitación de su marido, fue hacia allí y la mataron para no dejar testigos.
Los días posteriores comenzó la investigación policial y otra paralela desde los medios y la opinión pública. Los principales implicados en el suceso, además de las víctimas fueron: los hijos de ambos, Myriam y Juan de la Sierra; el yerno Rafael Escobedo Alday, conocido como 'Rafi', el administrador; Diego Martínez Herrera, el mayordomo, la asistenta y posteriormente, Javier Anastasio, amigo de Rafael y Mauricio López Roberts, marqués de Torrehermosa.
En julio de 1983, Escobedo fue declarado culpable de dos asesinatos y condenado a 53 años de prisión. En la sentencia figura que actuó solo o con ayuda de terceros. Rafael Escobedo mantuvo su inocencia hasta el último momento, a excepción de la primera declaración (se cree que bajo presiones) en la que confesó su culpabilidad.
Cinco años después, un 27 de julio de 1988, Rafael Escobedo apareció ahorcado en su celda de la prisión del Dueso en Santoña, Cantabria. Encontraron su cuerpo con una sábana al cuello, pero en la autopsia detectaron restos de cianuro, además de ausencia de lesiones propias del ahorcamiento. La versión oficial declara que se suicidó, pero su abogado, Marcos García-Montes lo descarta pese a que unos días previos concedió una entrevista al periodista Jesús Quintero en la que expresaba que la cárcel le había destrozado y que se apoyaba en el consumo de drogas para "subsistir". Los interrogantes sobre su muerte se sumaron a otras incógnitas del caso aún sin resolver años atrás.
Papeles quemados
El día del crimen, después del primer reconocimiento de la policía y antes de la autopsia, el administrador mandó lavar los cadáveres justificando que lo hacía por respeto a los marqueses y porque ya se había hecho el reconocimiento. Esta irregularidad impidió realizar la autopsia, siendo la primera de las negligencias de la policía, por no asegurarse de que los cuerpos se mantenían aislados hasta tener todas las pruebas.
Esa misma mañana, el administrador junto con Juan Sierra quemaron unos papeles de la caja fuerte que, según afirman ambos, el marqués había ordenado que si alguna vez le sucedía algo fueran destruidos. Sobre el contenido de los documentos quemados existe la versión de los dos ejecutores y especulaciones, pero ninguna certeza.
El móvil del asesinato
En la sentencia de la Audiencia de Madrid culpa a Rafael Escobedo y apunta a una venganza porque sus suegros, sobre todo el marqués, nunca lo aceptaron. Por aquellas fechas, Myriam y Rafael ya no viven juntos, estando ella con Richard Dennis Rew, conocido como 'Dick el americano'.
Algunas hipótesis implican al administrador y a los hijos del matrimonio, por ser estos últimos los beneficiarios económicos de la herencia, pero nunca han sido demostradas. Las teorías que basan el móvil en el lucro inciden sobre las discrepancias entre el hijo, Juan de la Sierra y su padre, destacando la vida lujuriosa del primero y la rectitud del segundo.
Por otra parte, durante el juicio mediático se investigaron posibles motivos políticos, debido a la influencia del marqués y sus contactos en las altas esferas en los momentos de la transición española; y motivos económicos, que no solo influyen a los hijos, ya que el patrimonio familiar era extenso y los efectos de su gestión afectan a políticos y empresarios de alta cuna de España.
Fuga de uno de los sospechosos
Los disparos que acabaron con la vida de los marqueses de Urquijo se hicieron con una pistola Star del calibre 22. Posteriormente, se encontraron casquillos del mismo calibre y con las mismas marcas en una finca propiedad del padre de Rafael Escobedo en Moncalvillo de Huete, Cuenca.
Asimismo, se encontró el arma en el Pantano de San Juan y se acusó a Javier Anastasio, íntimo amigo de Escobedo que fue acusado de ser coautor del doble homicidio. Anastasio antes del juicio estando en libertad provisional, se dio a la fuga. En el tiempo que estaba perseguido por la justicia concedió una entrevista a Jesús Quintero desde Brasil, en la que afirma que llevó la noche del crimen a Escobedo a la casa. Anastasio volvió a España cuando pasaron 30 años del suceso y prescribió.
Tras el suicidio de Escobedo y la fuga de Anastasio, solo cumplió condena el tercer acusado, Mauricio López Roberts. Amigo de los dos anteriores y condenado a diez años de prisión por encubrir el crimen.
Desaparición de pruebas
La sustracción de elementos esenciales para el caso custodiados por la policía es uno de los hechos que más llama la atención del caso y por el cual siguen existiendo hipótesis que involucran a terceros. La pistola, las balas que se encontraron en la finca, la primera declaración de Escobedo, informes policiales y otras pruebas del caso desaparecieron antes del juicio.
Dejando a un lado las especulaciones y el juicio mediático, la desaparición de pruebas y las contradicciones en los testimonios de las personas implicadas son una constante en el crimen de los marqueses de Urquijo que hacen que cuarenta años después siga siendo un caso sin resolver.
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