Duras palabras

Carles Vallejo recuerda las torturas del franquismo a base de "patadas" que hacen perder "la noción del tiempo"

"No sabes si es de día, o de noche. Te llaman a cualquier hora para tenerte absolutamente desorientado", recordó sobre las vejaciones que le hicieron pasar.

En breve

La Fiscalía de Barcelona ha apoyado investigar las torturas del franquismo respaldando una querella por crímenes contra la humanidad por las vejaciones que padeció en los años 70 el sindicalista Carles Vallejo en la comisaría de Vía Laietana.

Tras la aprobación de la ley de Memoria Democrática, el Estado debe investigar las violaciones de los derechos humanos ocurridas durante la guerra civil y el franquismo.

El propio Carles Vallejo relató en 2017 el horror que vivió en primera persona a Gonzo en El Intermedio.

Tras su detención por implicarse en la actividad sindical de su empresa, las palizas empezaron en el coche rumbo a la comisaría: "Hubo patadas y golpes".

Después, tal y como recordó, estuvo 20 días detenido y durante ese tiempo perdió la noción del tiempo: "Estás en un calabozo aislado, no sabes si es de día, o de noche. Te llaman a cualquier hora, a las dos horas, a las tres... para tenerte absolutamente desorientado".

Además, explicó que las torturas siguieron en las dependencias policiales con "círculos de policías pasándote como una pelota" e incluso llegaron a simular que le apuntaban con una pistola en la sien: "Me amenazaron haciendo ver que tenían una pistola. Usaban la grapadora, pero yo no lo sabía".

Sobre el proceso judicial, lo vio como un alivio: "Es una paradoja, para mí y otros casos, ir a la cárcel, o ir al juzgado era una cierta liberación porque salías de la tortura. Entrar en la cárcel era un respiro".

Carles Vallejo también habló de su paso por la cárcel Modelo de Barcelona: "La vida de represión a otro nivel continuaba dentro de la prisión, la única diferencia era que nos podíamos defender colectivamente. Dentro de la cárcel los presos políticos estábamos organizados a nivel de partidos clandestinos, a nivel de Comisiones Obreras y otras organizaciones encarceladas. Nos organizábamos en comunas para poder distribuir solidariamente la ayuda que recibíamos, de comida, de ropa... para poder sobrevivir".

Además, denunció el "trato vejatorio de los funcionarios, salvo algunos casos" en un día a día donde "la suciedad era el color dominante": "Era una situación dura de falta de higiene. Estábamos en celdas juntos con un váter únicamente a la vista de todos. Con chinches que te caían durante la noche. Eso era una cárcel franquista".

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