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El transportista de UrbanClean se pierde por Valencia con la furgoneta ante el jefe infiltrado: "Vamos hora y media tarde"

Julio Alonso, el director general de UrbanClean, se enfrenta a su segundo día como jefe infiltrado en su propia empresa y va a conocer cómo funciona el servicio de limpieza a domicilio. La jornada no puede ir peor.

Jorge, encargado de logística y limpieza a domicilio, es el 'maestro' de hoy de Julio, el director general de UrbanClean, que se presenta bajo la falsa identidad de Ximo, un aprendiz. Juntos, se montan en la furgoneta para recorrer las calles de Valencia y acudir a un servicio en una vivienda, pero, nada más empezar, 'Ximo' ya detecta un importante fallo: Jorge no ha sujetado ni anclado de ninguna manera las herramientas ni la cara maquinaria que se necesita para esta tarea a la parte de atrás del vehículo.

Como no puede ser de otra manera, los golpes de las máquinas cayendo y chocando entre sí le sobresaltan en más de una ocasión, aunque Jorge parece que está más que acostumbrado a este ruido. "Pensaba que nos habían pegado un golpe", dice Ximo, asustado. "Puede haber incluso productos químicos", señala ante las cámaras de El Jefe Infiltrado.

Pero aquí no acaban las sorpresas. El trabajador decide parar a bastante distancia del destino para asegurarse un aparcamiento y tanto él como 'Ximo' tienen que ir cargando con los pesados bultos. "Esto es el pan de cada día", asegura Jorge, en una de esas pocas veces que conversa. "Me cuesta sacarle palabras", reconoce Julio.

Tras llevar un rato cargados y dando vueltas, Valencia empieza a parecer un laberinto para Jorge, que no encuentra el domicilio al que tiene que acudir para realizar el servicio. Incluso llama a la central para confirmar la dirección. "Se ha liado con el GPS y en cuanto me lo ha dado a mí ha sido bastante claro que faltan unos 700 metros para llegar", afirma 'Ximo'.

Jorge regresa a por la furgoneta después de bastante tiempo. Están llegando bastante tarde y 'Ximo' insiste en que llame al cliente, pero él no tiene el número. Una hora después de la hora acordada, llegan a la fachada de la casa, pero ahora queda la aventura de poner el ticket del parking. Jorge tiene que volver al vehículo varias veces porque no sabe cuál es la matrícula, se le olvida el móvil en su interior y otras catastróficas desdichas que no hacen más que retrasarles.

Finalmente, llaman al timbre... con hora y media de retraso.

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