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CURIOSIDAD
Según un nuevo estudio, ver imágenes repetidas e imaginar un alimento aumenta la saciedad y reduce el deseo de ser consumido.
Actualmente, uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta la humanidad es la obesidad, que ha adquirido tintes de epidemia: se estima que 650 millones personas están afectadas a nivel mundial. Uno de los principales motivos es que consumimos más calorías de las que necesitamos. Y buena parte de ellas proceden de alimentos poco saludables, a los que es difícil resistirse.
De hecho, cada vez más gente basa su alimentación en el placer que le produce, y no por necesidad fisiológica. Este fenómeno, que se conoce como hambre o apetito hedónico, sucede cuando el deleite generado por la comida sobrepasa la sensación de saciedad, provocando un gran estímulo del apetito –a veces compulsivo– que altera nuestras conductas alimentarias.
Comer no es solo una necesidad, sino que también nos gusta disfrutar de la comida. Además, va más allá del sentido del gusto, porque los otros sentidos también influyen en nuestro apetito. Es el caso de la vista, y lo comprobamos cuando solo ver una foto de comida nos hace salivar.
Cuando vemos un plato muy apetecible, aunque ni siquiera lo tengamos delante, el cuerpo comienza el proceso fisiológico que realizamos al comer. La salivación es el primer paso, pero también se inician otros procesos menos visibles. Empezamos a liberar más ácido gástrico y enzimas digestivas, y aumenta la grelina, la hormona del hambre.
Además, ver alimentos activa las zonas del cerebro que perciben el gusto, y modifican las sensaciones de apetito y saciedad. Si vemos varias imágenes de un alimento que nos gusta, estaremos engañando al cerebro y reduciendo el deseo de consumir ese alimento. Para que este efecto suceda, debemos ver alrededor de treinta imágenes, no solo una o dos. Si solo vemos unas pocas, el efecto será el contrario: empezarán los mecanismos que aumentan el hambre, pero no sentiremos saciedad.
El olfato también afecta a esta sensación de saciedad sin haber comido. Aunque inicialmente los estímulos sean de hambre, la exposición prolongada tendrá el mismo efecto que comer ese alimento.