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SEGÚN UN ESTUDIO
Durante la formación del sistema solar se produjeron dos eventos que hasta ahora no parecían relacionados, pero un reciente estudio los ha vinculado. ¿El resultado? El nacimiento de la Luna.
Si bien los científicos han logrado explicar de forma convincente el origen de la Luna, provocado por el choque de un protoplaneta conocido como Theia contra la Tierra, en los inicios del sistema solar, qué provocó este choque es algo más complejo. Esto habría ocurrido unos 4.500 millones de años atrás.
En aquellos tiempos los cuerpos del sistema solar, tal y como los conocemos actualmente, comenzaron a formarse alrededor del Sol a partir de un disco de gas y polvo. Sin embargo, algunos de esos objetos, concretamente asteroides y cometas, estarían compuestos de material que no estaba presente en el disco de gas y polvo. Al menos ese material no debería haber estado presente en los lugares en los que se encuentran actualmente esos objetos, algo que se ha descubierto analizando la composición de Júpiter.
En el inicio del sistema solar, los cuatro planetas gigantes gaseosos (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) estaban mucho más cerca unos de otros, pero con el tiempo, la interacción con pequeños planetas más allá de Neptuno, llevaron a que Saturno, Urano y Neptuno migraran hacia el exterior mientras Júpiter se volvió hacia el centro del sistema. Y aquí está la clave: ese movimiento habría desestabilizado el movimiento de los planetas del sistema solar interior.
De hecho, esta migración de Júpiter y la colisión de la Tierra y Theia, coinciden en el tiempo. La pregunta, por lo tanto, es si estos eventos podrían estar relacionados.
"La idea de esta inestabilidad orbital está ahora bien establecida en la comunidad planetaria, sin embargo, el momento en que ocurrió esta inestabilidad aún es un tema de debate", señaló la científica planetaria Chrysa Avdellidou de la Universidad de Leicester.
Junto a Kevin Walsh, científico del Instituto de Investigación del Suroeste en Boulder (Estados Unidos), Avdellidou se dispuso a encontrar la relación entre ambos eventos. El resultado es un estudio publicado en Science.
El equipo de Avdellidou y Walsh se centró en analizar un tipo de meteorito llamado condrita enstatita EL, que tiene una baja abundancia de hierro y es muy similar en composición y proporción al material que formó la Tierra. Esto les dice a los científicos que lo más probable es que estos objetos se formaran no solo en la misma época sino también en la misma región del disco de formación de la Tierra.
El problema al que se enfrentaron los autores fue que el objeto que dio origen al meteorito que analizaron ya no está cerca de la Tierra. De hecho, las observaciones astronómicas realizadas desde telescopios terrestres han conectado estos meteoritos con la familia de asteroides Athor, que se encuentra bastante lejos, en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter. A modo de contexto, la familia Athor y estos meteoritos formaron parte de un gran asteroide que se destrozó en una colisión hace unos 3 mil millones de años, un evento no relacionado con la gran inestabilidad. Pero…
Algo debería haber dispersado al progenitor de la familia Athor en el cinturón de asteroides, y ese "algo", señala el estudio, debe haber sido la misma inestabilidad que llevó a Júpiter a errar. De este modo los meteoritos condritas de enstatita son así los cronómetros perfectos para este evento.
"Nuestro estudio sitúa estos acontecimientos en un marco temporal compartido – concluye Avdellidou -. Si bien puede que no sea posible demostrar de manera concluyente que Júpiter tuvo algo que ver en la formación de la Luna, la evidencia es ciertamente sugerente".
En pocas palabras: un evento provocó que los gigantes gaseosos se separaran y tomaran diferentes caminos. Júpiter tomó la dirección contraria de sus primos y se acercó al centro del sistema solar. Su masa provocó reacciones gravitatorias en otros planetas y protoplanetas. Una de sus "víctimas" habría sido Theia, que fue lanzada contra la Tierra y, al chocar, sus restos se convirtieron en la Luna. Así, de no ser por Júpiter, nuestro cielo se vería mucho más aburrido. Al menos esa es la conclusión del estudio.