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UN FENÓMENO CIENTÍFICO
Sumergir este alimento en un recipiente con agua determina su estado de conservación.
El huevo es un alimento que forma parte de muchas comidas, ya sea en forma de ensaladas, tortillas, mayonesa, etc. Hay que tener especial cuidado con este alimento. Es importante guardarlos en el frigorífico para mantenerlos a una temperatura inferior a los cinco grados, consultar la fecha de caducidad que viene en el envase y en caso de que alguno esté roto o agrietado, tirarlo a la basura.
Los huevos se contaminan fácilmente por la porosidad de su cáscara, lo que le hace ser altamente sensible a la contaminación, sobre todo a los cambios bruscos de temperatura.
Para comprobar el estado de los huevos no es necesario que venga impresa la fecha de caducidad. Existe otro método mucho más sencillo para saberlo. Solo tenemos que meterlo en un vaso de agua y, si se hunde, estará en buen estado. Si no se hunde, mejor no consumirlo.
Este fenómeno tiene una explicación científica. Aunque podríamos pensar que la composición del huevo no varía aunque pasen varios días, lo cierto es que se pierden algunas propiedades. Los huevos contienen cierta proporción de aire en su interior, y esta cantidad aumenta cuanto más tiempo pase por un proceso de descomposición a pequeña escala.
La cáscara del huevo es porosa, por lo que los líquidos del interior se evaporan con facilidad cuando pasa el tiempo. La proporción de líquido y aire va cambiando hasta que la cantidad de aire es superior. Esto hace que su densidad disminuya y cada vez flote más. Cuando aún tiene la cáscara totalmente sumergida, aunque no toque el fondo del vaso, está en buen estado, pero debemos consumirlo cuanto antes. Si una parte de la cáscara ya sale del agua, es cuando está pasado. No es seguro consumirlo, porque el proceso de descomposición ya está más avanzado.