HAY UN CULPABLE

¿Por qué nos gustan tanto las teorías de la conspiración?

Un nuevo estudio señala claramente un culpable: nuestro cerebro.

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La última es la del hundimiento del Titanic, una teoría que afirma que el famoso buque jamás se hundió. Pero teorías de la conspiración hay muchas Elvis, los extraterrestres y las pirámides, la vuelo a la Luna, el vuelo 370 de Malaysian Airlines html o las vacunas y el 5G, por nombrar algunos. La llegada de internet obviamentecontribuyó a su difusión, pero no a la impresión que provoca en nosotros. El culpable de esto se encuentra en otro sitio, muy cerca de nuestro: en el cerebro.

Esa es la conclusión de un ensayo publicado en Politics, Lies and Conspirancy Theories, publicado por, Marcel Danesi Ph.D., profesor de semiótica y antropología lingüística en la Universidad de Toronto, Canadá. Danesi analiza los discursos de dictadores como Mussolini, Stalin, Putin y Hitler, así como destacados grupos de odio para llegar a esta conclusión. Sus pruebas muestran que hay algo que todos ellos tienen en común: todos usan metáforas deshumanizantes para inculcar y propagar el odio hacia los demás.

De acuerdo con el autor "la intención de tal discurso es atacar a quienes no pertenecen a la corriente principal, como las minorías raciales o las personas de diferentes orientaciones sexuales". Y en este contexto hay palabras que resultan clave. Por ejemplo utilizar vocablos como "plagas", "reptiles" y "parásitos" fueron utilizados por el régimen nazi para comparar a los extraños y las minorías con los animales.

Mientras tanto, en agosto de 2017, cuando grupos de supremacistas blancos llegaron a la ciudad universitaria de Charlottesville para participar en una manifestación de Unir a la derecha, los manifestantes usaron metáforas de animales y suciedad cuando afirmaron que estaban luchando contra la clase parásita de anti -alimañas blancas y la inmundicia anti-blanca, anti-estadounidense.

Con el auge de los movimientos políticos populistas y de extrema derecha en la década de 2010, el uso de metáforas deshumanizantes para generar odio hacia los extranjeros o hacia aquellos que son diferentes de alguna manera se ha extendido por todo el mundo. En 2016, durante una campaña pública orquestada por el Estado contra las personas refugiadas y migrantes en Hungría, el primer ministro, Viktor Orbán, las calificó de veneno. Pero todo esto es semiótica… ¿qué tiene que ver el cerebro en ello?

La investigación de Danesi muestra que las metáforas deshumanizantes como estas son tan poderosas porque aprovechan y "activan" los circuitos existentes en el cerebro que vinculan imágenes e ideas importantes y destacadas. De hecho las metáforas pasan por alto los centros de razonamiento cognitivo superiores de nuestro cerebro, dirigiendo nuestros pensamientos para que se concentren en ciertas cosas mientras ignoran otras.

Según Danesi, cuanto más se activan estos circuitos, más cableados se vuelven, hasta que se vuelve casi imposible apagarlos. En cierto sentido nuestro cerebro usa estas estructuras para construir un mapa ideológico y cuanto más a menudo lo alimentamos, más detallado se vuelve… y más difícil de olvidar. Lo mismo ocurre con las teorías de la conspiración: las investigaciones muestran que las personas que creen en ellas desarrollan vías neuronales más rígidas, lo que significa que les resulta difícil repensar las situaciones.

"Cuando nos encontramos con una gran mentira o una teoría de la conspiración, puede dar forma a nuestras ideas sin que nos demos cuenta", explica Danesi. Al estar expuestos a metáforas particulares, podemos desarrollar sentimientos hostiles hacia grupos específicos; es por eso que los grupos de odio usan metáforas para encender los interruptores, a fin de motivar a las personas al activismo violento.

Uno de los problemas al que nos enfrentamos como sociedad es que los estudios vinculados a este tipo de cableado neuronal también muestra que una vez que las personas comienzan a creer mentiras, es poco probable que cambien de opinión, incluso cuando se enfrentan a pruebas que contradicen sus creencias. De hecho en estos casos, buscarán información que confirme sus creencias, evitarán cualquier cosa que esté en conflicto con ellos, o incluso darán la vuelta a la información contrastante, para que se ajuste a sus creencias. Por esta razón, es poco probable que las personas con fuertes convicciones cambien de opinión sobre algo. Y esto, al mismo tiempo, explica el auge y la popularidad de los sitios web con teorías de la conspiración.

Obviamente esto puede tener consecuencias muy graves. "Cuando se utilizan mentiras para generar odio, pueden llegar a tener conductas dañinas, incluida la violencia y el genocidio contra el individuo o los grupos objetivo. La difusión de mentiras también se está convirtiendo en un factor poderoso en la generación de inestabilidad política y social en todo el mundo, desestabilizando las democracias", añade Danesi.

Para Danesi, lo mejor que podemos hacer es entender las metáforas de la otra parte y examinar las propias metáforas, es decir analizar el lenguaje que usamos y cómo lo hacemos. Sin embargo, la historia y la ciencia nos dicen que es poco probable que funcione: la investigación muestra que una vez que se acepta una mentira como creíble, el cerebro se vuelve más susceptible a mentiras posteriores.