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OBSTÁCULOS
Un estudio liderado por tres investigadoras del Instituto de Salud Carlos III explica los obstáculos psicosociales y estructurales que hallan las mujeres de entre 16 y 29 años que sufren violencia machista para beneficiarse de servicios de prevención y ayuda. Entre ellos, destacan las construcciones sociales marcadas por la desigualdad, las dificultades personales y sociales para superar esta violencia, y la falta de recursos y adaptación de algunos servicios.
Un trabajo coordinado desde la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y el CIBER de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) del ISCIII, ha analizado las barreras que encuentran las mujeres jóvenes expuestas a la violencia machista para acceder y utilizar los servicios de ayuda.
Los resultados señalan, por un lado, hacia barreras psicosociales, derivadas del complejo proceso de salida de una situación de violencia, y ligadas a construcciones sociales marcadas por las desigualdades de género. También se revelan obstáculos estructurales, entre las que emerge la escasez de recursos humanos, materiales y económicos de los centros, o a una falta de adaptación de estos servicios a las mujeres jóvenes. Las autoras principales del estudio son Laura Otero García, Eva Durán Martín y Belén Sanz Barbero. [[LINK:EXTERNO|||https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC10994297/|||El trabajo, se ha publicado en la revista PLOS One]],
La violencia de pareja contra las mujeres se define como la violencia física, violencia sexual, y/o psicológica ejercida por un hombre sobre una mujer por un hombre con la que tiene o ha tenido una relación sentimental. Este tipo de violencia, reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una de las formas más comunes de violencia contra la mujer, afecta de manera común a las mujeres jóvenes, pero el acceso y el uso de recursos preventivos y de ayuda es limitado.
Además, esta forma de violencia se considera una violación de los derechos humanos y un problema de salud pública con repercusiones a corto, medio y largo plazo en la salud física y mental de las mujeres expuestas, y tiene también efectos negativos en el bienestar físico y mental de niños y niñas.
Los datos en España reflejan una mayor prevalencia de este tipo de violencia en las mujeres jóvenes (de 16 a 29 años) que en las mujeres adultas, y revelan que las mujeres jóvenes utilizan menos los servicios profesionales de prevención, ayuda y lucha contra esta violencia que las mujeres mayores.
Para el estudio, las investigadoras han analizado las percepciones que tienen los/las profesionales dedicados a la prestación de servicios relacionados con la lucha contra este tipo de violencia. Mediante 17 entrevistas en profundidad, realizadas en la Comunidad de Madrid, a personas que gestionan recursos de atención de servicios sociales, recursos sanitarios, fuerzas de seguridad, oficinas de la mujer y/o juventud, y asociaciones de ayuda a la violencia de género, se ha llevado a cabo un análisis cualitativo que ha revelado distintos niveles de barreras de acceso para las mujeres jóvenes.
Entre las dificultades percibidas por las personas que trabajan en este tipo de servicios, las personas entrevistadas señalan una demora en el tiempo que tardan las mujeres jóvenes en reconocer y demandar ayuda para este tipo de violencia, en buena parte debido a que la construcción social de las relaciones afectivo-sexuales está impregnada de desigualdades de género.
También citan la complejidad de manejar una situación de violencia y escapar de ella, y añaden las barreras inherentes a los servicios de atención a la violencia, entre las que se encuentran la falta de coordinación entre los distintos niveles asistenciales, la falta de falta de adaptación de estos servicios a la juventud, o una mayor falta de confidencialidad en el medio rural.
Las autoras señalan, en consecuencia, que los aspectos clave para mejorar la prevención de esta violencia y el acceso a estos recursos de ayuda están relacionados tanto con las circunstancias de las jóvenes afectadas, como con el desarrollo de la práctica profesional que lucha contra ella, y con las capacidades de los servicios de atención.
Por ejemplo, citan la necesidad de una mayor formación sociosanitaria, especialmente en atención primaria, para atender este tipo de violencia, y la importancia de contar con equipos multidisciplinares, con diferentes tipos de profesionales, para abordarla con éxito. También señalan la relevancia de adaptar estos servicios a la realidad de las mujeres adolescentes y jóvenes, y la necesidad de consolidar protocolos de actuación para una detección y atención temprana.
Referencia:
Otero-García L et al. "Accessibility of intimate partner violence-related services for young women in Spain. Qualitative study on professionals perspectives". PLoS One.